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Pobres viejos

AFP

Los problemas de las personas mayores se agravan con la pobreza y esto es lo que dolorosamente pasa en la región. A partir de los datos de la Casen y del último Censo (2017), se concluye que las cifras de pobreza y mala salud de los adultos mayores de Ñuble -la segunda región del país con mayor proporción de adultos mayores (47,1%)- se sitúa por sobre el promedio nacional. Lo mismo ocurre con la participación en la fuerza de trabajo.

Después de cruzar datos demográficos con otros indicadores, el centro de Estudios de la Realidad Regional (Cerregional) estableció que la tasa de pobreza de los adultos mayores en Ñuble, antes de la pandemia, llegaba a 9,56%, es decir más de 20 mil ancianos. El número sobrecoge, pero está lejos de hacerle justicia a la realidad. La verdad es que las cifras actuales de pobreza en los mayores son muy superiores, debido a la crisis sanitaria y económica. Lamentablemente, no existe medición reciente, pero los expertos estiman que sería casi el doble de la registrada en prepandemia.

A lo anterior se suma el hecho que dificultades visuales o auditivas, el nulo acceso al crédito o simplemente la discriminación por edad, eliminan cualquier posibilidad de integrarse al trabajo o generar algún emprendimiento.

Junto con ello, las redes sociales se debilitan y la capacidad de adaptarse a los cambios también decrece. La vejez acarrea un drástico descenso del ingreso y el surgimiento de necesidades antes no consideradas, como los medicamentos, que constituyen el segundo principal ítem de gastos de los adultos mayores, después de la alimentación.

Las insuficiencias que sufren muchos adultos mayores no se relacionan únicamente con la falta de recursos propios para atender sus requerimientos, sino por los obstáculos para acceder a los propios beneficios que el sistema público ha dispuesto para ellos. Ello se grafica en el hecho de que la atención de salud está disponible y es gratuita desde el punto de vista formal, pero a veces se dificulta el acceso porque no tienen cómo llegar, no poseen la información o las habilidades para manejarse en un ambiente que puede resultarles hostil.

Sería incompleto este cuadro si no se considerara también a la cuestión jubilatoria. Según cálculos de la Fundación Sol, el 80% de las 980 mil pensiones de vejez y vejez anticipada, pagadas a diciembre de 2020, fueron menores $326.500 y solo un 12,5% alcanzó una pensión total superior a $503 mil.

Al advertir tantas necesidades elementales de la vida que quedan insatisfechas para los miembros de la tercera edad, se descubre que la presión injusta de la realidad económico-social es la que niega un destino mejor y una compensación merecida a los mayores por tantos años de esfuerzo y trabajo.

Es deber de todos reducir los males señalados. De ellos, algunos dependen de gobernantes, legisladores y funcionarios para controlar que se cumpla la legislación que los protege o para crear nuevas medidas adaptadas a este tiempo. Pero otros dependen en gran medida de las familias; éstas deben volver a valorar a sus mayores y reconocer sus conocimientos, capacidades y valores que pueden transmitir no solo a las jóvenes generaciones, sino para reforzar los de la sociedad en su conjunto.

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