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Piñera, el mago

Es difícil pensar que el Presidente no haya previsto el efecto que iba a producir en su sector, el anuncio de ponerle urgencia al matrimonio igualitario. Como si fuera un mago instalado en el oeste norteamericano, desde su carromato, cuando el público lo abucheaba por latoso y reiterativo, saco debajo de la manga el conejo del matrimonio igualitario. Y los conservadores, que aún le eran fieles, despertaron.

La UDI amenaza con congelar las relaciones y con castigarlo poniendo, (ahora sí) el énfasis en proyectos de ayuda social y económica a los sectores más afectados por la pandemia. Supone esto que obligar al Presidente a meterse la mano al bolsillo, para ayudar a los más necesitados, constituye un castigo para él.

La jerarquía de la Iglesia Católica despierta luego de un largo letargo y salta al ruedo para repetir, sin mayor fundamento, que el matrimonio es un espacio exclusivo para el hombre y la mujer. Sectores evangélicos de igual manera manifiestan su radical oposición, lo cual no constituye novedad.

Sin duda que el Presidente ha logrado el efecto que todo mago aspira, con una mano desvía la atención, para hacer un truco con la otra.

Qué explica, por otro lado, la pasión que ponen los sectores conservadores de nuestra sociedad, repitiendo una y otra vez como si fuera un dogma -una verdad arraigada en las profundidades de conciencias que no son capaces de comprender- que todas las personas tienen los mismos derechos, y que el matrimonio igualitario responde al principio de igualdad ante la ley. Que la discriminación viola los derechos humanos, que todos somos iguales, más allá del color, condición social, cultural o sexual.

El mago -el mismo o que cuando fue candidato reiteró una y otra vez, cada vez que le preguntaron, que el matrimonio era entre un hombre y una mujer- ahora ensaya un nuevo truco, pone urgencia a un proyecto que es del gobierno pasado y que sabe que desviará la atención de la principal preocupación del momento: la pandemia.

Los progresistas miran desde la galería, saben que este tema así como la adopción monoparental se impondrán tarde o temprano, no hay racionalidad alguna que lo impida, es cosa de tiempo. Los sectores conservadores, por su parte, incapaces de vencer sus propios prejuicios, que toman distintas formas, homófobos ahora, xenófobos en otras, racistas y clasistas cuando se ven rodeados de emigrantes negros o pobres, encuentran un espacio común para reagrupar fuerzas de cara a un tema que debiera ser parte de la discusión constitucional.

El mago debiera guardar su chistera y abocarse a los temas que hoy día urgen, que es cómo salir lo mejor parados posibles de la pandemia y sus desbastadores efectos. Y en eso debemos estar todos, sumando y no restando, con nuestros mejores esfuerzos y voluntad de diálogo en la búsqueda de soluciones. Solo así podremos superar este trance. Porque como diría Nicanor Parra, la derecha e izquierda unida, jamás será vencida.

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