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Nuestra responsabilidad

Cristian Cáceres

Aún cuando siguen resonando los ecos del rotundo triunfo de la opción Apruebo para dar a Chile una nueva Constitución, la atención se ha trasladado a la elección de las 155 personas que serán parte de la convención encargada de redactar la nueva Carta Magna y al perfil que deberían tener. Ante tal desafío de nuestra democracia, los analistas hablan de una mezcla de caras nuevas con gente que tenga conocimiento y trayectoria de vida; mientras que la ciudadanía sigue mirando con desconfianza el proceso, un poco resignada frente a un orden que tanto a nivel nacional como local auto reproduce a las elites políticas.

Es clara e indudable la responsabilidad en esa mala imagen de los políticos que nos han venido gobernando desde hace décadas, como de aquellos que han transado sus ideales por un pragmatismo que supuestamente todo lo justifica. Sin embargo, hay que tener cuidado con esa tendencia a la sobre simplificación y cargar toda la responsabilidad de lo bueno o malo que pase a los políticos, o afirmar que nadie, por haber antes ejercido un cargo, no puede aspirar a ser representante de su comunidad e ideario.

No es justo tampoco pensar que todos los políticos son iguales; esa otra generalización es, en realidad, la mejor defensa para los que no la merecen. Los políticos no son todos iguales. La democracia se recuperó hace 30 años en mucho gracias a ellos.

Y, en verdad, ellos no son los únicos responsables del actual estado de cosas; la ciudadanía, cada uno de nosotros, comparte también esa pesada carga. Desgraciadamente, hemos construido una sociedad en la que prima el individualismo y el consumismo y un cómodo, pero peligroso, aislamiento de los asuntos públicos. Para peor, las pocas políticas públicas que en los últimos 15 años han intentado promover una mayor participación ciudadana han fracasado. Los presupuestos participativos han sido una declaración vacía, el sistema de audiencias públicas una promesa incumplida, la ley 20.500 está llena de imperfecciones y los consejos de la sociedad civil se reúnen dos veces al año y solo por cumplir.

Frente a los sentimientos de orfandad y falta de representatividad que hicieron crisis hace un año, es inútil e injusto exigir una renovación total de nuestros cuadros políticos, pero mucho cambiaría si la ciudadanía recuperara activamente espacios, interviniera en el debate constituyente por las vías institucionales y contribuyera, mediante la participación en las urnas, al desarrollo de este proceso como de la renovación de los liderazgos políticos, considerando que paralelamente, nuestro país tendrá 6 procesos electorales.

Por eso, más que seguir disparando a los políticos, cada vez parece más perentorio tomar conciencia sobre la responsabilidad que nos cabe a cada uno como ciudadanos, alejándonos de una identidad colectiva abstracta y amorfa que nos garantiza el anonimato, pero que poco aporta a la mejora de la calidad institucional, en tanto que nos exime de hacernos cargo individual, responsable, activa y comprometidamente de nuestro futuro.

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