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“Nuestra meta es llegar a las cien tiendas en cinco años”

Ambicioso y metódico, Carlos Pinochet Bastías (34 años) es un observador de los hábitos de consumo y un experimentado comerciante. A los siete años ya estaba atendiendo la caja de la carnicería de su padre y a los 22 años recorría ciudades italianas vendiendo productos fabricados por la pareja de su madre.

Oriundo de Santiago, se instaló en San Carlos hace seis años, donde abrió Tecnocel, su primera tienda de carcasas para celulares. Hace unas semanas, junto a su socio, Antonio Cano, abrió un local de La Carcasa en el Outlet Vivo Chillán, el tercero de la marca (también hay uno en el centro de Chillán y otro en Concepción), en lo que parece ser el despegue que por años buscó.

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Pinochet se hizo muy conocido en San Carlos, porque en 2019 ayudó a conformar la Asociación Emprende Punilla, que presidió desde su inicio hasta 2021 y que llegó a tener 2 mil miembros. El gremio permitió apoyar a un gran número de emprendedores en la búsqueda de financiamiento, generando una red de contactos muy variada que persiste hasta hoy. “Lamentablemente, la asociación ya no está activa”, manifestó. Pero también cultivó un perfil público cuando se postuló, sin ganar, en la elección de constituyentes en un cupo RN, partido en el que milita desde los 18 años.

Formación emprendedora

Marcado por su apellido, recuerda que desde pequeño comenzó a notar en el rostro de las personas la reacción que generaba cuando decía “Pinochet”. Con los años aprendió a leer a las personas y, eventualmente, sacar provecho de su apellido, tanto si su interlocutor es un férreo defensor o un duro crítico del dictador.

“Eso me generó algo clave para la venta, que es entender qué quiere la otra persona o cómo se siente”, dijo. También se enorgullece de conocer los secretos de las mujeres, que hoy representan más del 75% del público de La Carcasa. “Cuando llega una mujer muy bien vestida, un viernes en la tarde, en busca de una carcasa que combine con su cartera, ahí se tiene que vender distinto”, revela con humor, y recuerda que buena parte de su vida vivió solo con mujeres.

También vivió tres años en el centro de alto rendimiento de la Federación de Tenis, lo que si bien no se proyectó en una carrera profesional, lo ayudó mucho a generar disciplina y a entender la importancia de la responsabilidad individual, “y eso, en el emprendimiento, es muy gravitante, porque aprendes a solucionar los problemas solo. Acá en Vivo nos dijeron tres veces que no podíamos entrar, porque ni siquiera teníamos un local en un mall, pero nuestra respuesta fue que tenía que haber una primera vez”.

Fueron dos hombres los que marcaron su hambre de emprender. Su padre, a quien a los 7 años apoyaba en la caja de la carnicería. Y años más tarde, la pareja de su madre, quien tenía una fábrica de productos plásticos y le enseñó mucho de negocios. A los 22 años, después de haber estudiado comercio exterior con el sueño de viajar por el mundo, surgió la oportunidad de ir a Italia para reemplazarlo en la gira por las ferias en las que vendía sus productos. El viaje resultó todo un éxito y así vivió cinco años de aprendizaje y ganancias.

Pero luego despertó su deseo de emprender un camino propio. Decidió que llevaría un innovador producto a estas ferias italianas: los recién creados calcetines con hilado de cobre. Le compró a Monarch un gran volumen que llevó a Italia, pero relata que nadie compraba por miedo a electrocutarse, hasta que comenzó a regalarlos, con la condición de que, si el cliente estaba satisfecho, volvería a pagarlo. La fórmula fue un éxito y a los pocos días volvían por más, pero la mercadería se le había acabado. “Llamé a Santiago para pedirle a Monarch más unidades, pero no me tomaron en serio; entonces, me reuní con la gente de ProChile en Milán, quienes me pusieron en contacto con fabricantes de calcetines, entre ellos, Ibici, a quienes les ofrecí el hilado de cobre que fabricaba la chilena Cooper Andino, y cerramos el trato. Estaba muy feliz, era un contrato millonario que me cambiaba la vida, pero pasó el tiempo y no tuve noticias de ellos; más tarde supe que Cooper Andina se había contactado directamente con los italianos, habían prescindido de mí, así es que caí en una depresión fuerte”, relató, en lo que califica como su mayor fracaso.

Luego trabajó como gerente comercial en un club deportivo, en Santiago, pero tras un tiempo, un tío que había emprendido en Linares en el negocio de las carcasas lo invitó a trabajar con él. Así fue como Pinochet conoció este negocio en Linares, y tras dos años, decidió independizarse. Para no competir con su tío, buscó otra ciudad, y así llegó a San Carlos, siguiendo el dato de un amigo sobre un local disponible.

Abrió Tecnocel en San Carlos, y luego de un año y medio se cambió a un mejor local, donde apostó por un formato innovador que había visto en ciudades europeas, donde todas las carcasas están al alcance del público. “El concepto es vender la carcasa como un accesorio de vestuario, no como un producto tecnológico”, resumió. Luego abrió un local en San Fabián, hasta que conoció a su actual socio, Antonio Cano, con quien fundó La Carcasa, en 2020, con su primer local en calle Isabel Riquelme, en Chillán. Después abrieron en Concepción (2021) y este año, en el Outlet Vivo.

Proyecciones

Comentó que registró la marca y la arquitectura de diseño en Inapi, antes que copien el concepto, el que ya ha despertado el interés de Vivo, de hecho, están en conversaciones para ser parte de la oferta del Outlet Vivo Panorámico, en Providencia. “Tenemos que crecer rápidamente para estar en todos los malls”, planteó Pinochet.

“Nuestra expectativa es entrar a los nueve malls de Vivo, y nuestra meta es llegar a las cien tiendas en cinco años”, anticipó.

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