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Mirar el futuro con la vista puesta en el ombligo

A la mayoría de los profesionales que asumen el liderazgo de los equipos responsables de conducir a Chile hacia el desarrollo, en su etapa formativa se les hizo énfasis en la necesidad de distinguir lo objetivo (el futuro) de lo subjetivo (el ombligo).

En lo objetivo están representadas las condiciones imperantes en el mercado (economía positiva). La estructura de precios es el principal vector sobre el cual subyace el comportamiento de los agentes económicos; está fuertemente condicionado por la coyuntura de corto plazo y las señales para el largo plazo. Lo objetivo requiere, de los agentes individuales, la capacidad para adaptarse a los cambios en la coyuntura y/o en las señales del mercado. Los grandes se adaptan fácilmente; los chicos, en cambio, quedan expuestos a condiciones mínimas de sobrevivencia (los que sobreviven).

De lo subjetivo, se encarga el Estado a través de la eficiencia que caracteriza al mercado (laissez faire), en un ambiente de decisiones individuales interdependientes, y la subsidiariedad para corregir imperfecciones y/o fallas en el funcionamiento de dicho mercado.

En este quehacer de lo objetivo y lo subjetivo, no debiese extrañar que la sociedad se pueda estar cayendo a pedazos, ante los ojos optimistas de los agentes que conducen su destino. No lo digo yo, en Princeton (1950) lo explicitó el trabajo de tesis doctoral de John Nash (1928 – 2015).

Cuando lo subjetivo (los planes de desarrollo) no comulga con lo objetivo (la realidad), es el momento en que los agentes deben sacar la vista de su ombligo y reconocer que requieren complementar sus acciones con una mirada social. Esta decisión, fácil de escribir, colisiona frontalmente con el ego, la soberbia y la incapacidad crónica de aprender a escuchar.

Es de simple sentido común reconocer que, frente al colapso de un sistema, sobreviven con mayor probabilidad quienes han sido marginados. En efecto, para enfrentar la pobreza en forma efectiva, se debe escuchar a los hogares pobres; para enfrentar efectivamente el desempleo, se debe prestar atención a los cesantes o, en el caso del sobreendeudamiento, es mucho más factible que la solución se encuentre en aquellos hogares que han sido embargados.

Chile se vanagloria de su desarrollo social y económico alcanzado durante los últimos 40 años; la receta para conducir a Chile hacia el desarrollo, está escrita. Quienes con razón o sin razón manifiestan haber sido marginados de la impactante revolución económica en Chile, son rápidamente desacreditados o no escuchados. La autoridad económica, frente a los efectos de las crisis internacionales, una y otra vez destaca la fortaleza macroeconómica del país y su capacidad para recuperarse, inclusive a una velocidad mayor que la de los países desarrollados.

Sin embargo, se omite que son los propios países desarrollados quienes alertan sobre las excesivas brechas del ingreso y el desequilibrio en el desarrollo territorial. Esta realidad, no solo se constituye en una barrera insalvable para transitar hacia el desarrollo, sino que, se hace insostenible cualquier proyecto social, político y/o económico que se construye sobre esta realidad.

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