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Más pobres en Ñuble

Ya antes de la pandemia nuestra región registraba una tasa de pobreza por ingresos muy superior a la nacional, de 16%. De hecho, era la segunda más alta del país, lo que no ha cambiado, solo que después de 8 meses de crisis sanitaria, aumentó a cerca de 25%; o sea, uno de cada cuatro ñublensinos vive en situación de pobreza.

Así lo confirma el informe titulado “La Nueva Cara de la Pobreza en Chile”, realizado por el Banco Mundial y donde se analiza el efecto de la pandemia del Covid-19 en el país, concluyendo que a raíz del coronavirus, 800 mil chilenos más serán considerados pobres.

En el año 2019, el país tenía una pobreza de un 8,1%, pero este año esa cifra subirá a un 12,3%, y podría ser más alta si el Gobierno no hubiera actuado, ya que sin sus medidas la cifra podría ser de un 17,9%, detalla el estudio que fue presentado el jueves y que expresamente advierte que las situaciones más complejas se vivirán en las regiones de Ñuble y La Araucanía.

Se evidencia así la alta vulnerabilidad de un vasto segmento de la región que a raíz de una contingencia como la cesantía ha pasado rápidamente a engrosar las cifras de pobres.

En ese sentido, cualquier iniciativa que tenga por objetivo ayudar en los segmentos más vulnerables de la población es consistente con el sentido de urgencia que exige esta crisis sanitaria que también es económica.

Y si bien medidas como la entrega de canastas o el ingreso familiar de emergencia iban por el camino correcto, es clave entender que esto constituye solo una ayuda, y que de ninguna manera puede reemplazar los beneficios que genera el empleo en los hogares, razón por la cual urge rescatar a aquellas pequeñas y medianas empresas que hoy no ven la luz al final de la crisis, y de cuya supervivencia dependen cientos de miles de trabajadores.

Las restricciones que han afectado a la economía se justifican ante la necesidad de reducir el ritmo de propagación del Covid-19 -que en Chillán alcanza una de las mayores velocidades de contagios del país- e impedir el colapso de nuestro sistema de salud. No obstante, la otra cara del distanciamiento físico es el severo impacto en las actividades económicas, tanto en las empresas como en los hogares. Y dentro de las familias que con más dureza experimentan el confinamiento están, obviamente las más vulnerables, la de trabajadores y trabajadores informales que aquí se concentran en los sectores silvoagropecuario, comercio, construcción y hogares como empleadores.

Si bien el shock generado por la pandemia global es generalizado y lo viven todos los sectores económicos, es evidente que el Gobierno debe centrarse en los más pobres. Y lo ha hecho, pero no de forma completa a través de las cuestionadas políticas de focalización de las ayudas que ha impulsado.

El Gobierno debe concentrarse en primer lugar en esos compatriotas con mayores carencias. Es una obligación ética mitigar el impacto en una región como la nuestra, empobrecida, con los sueldos más bajos de Chile y que por lo mismo requiere una atención especial de parte del Gobierno para soportar una pandemia que claramente amplifica las desigualdades e inequidades sociales.

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