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Hace algunos meses nos vimos abocados con mis hermanos a la penosa tarea de desocupar la casa de nuestros padres, ante la imposibilidad de la matriarca de seguir habitando su morada debido a su estado de salud. La dificultad de conservar todo lo que había en cada rincón y en sus muros hizo que nos quedáramos cada uno con pequeños objetos, que para algunos parecen ser simples cachureos. A poco andar fueron ubicados en algún rincón de nuestras casas. A medida que empezó a pasar el tiempo, estos pequeños objetos empezaron a susurrar, cada vez de manera más nítida. Así cada uno de nosotros estableció un diálogo con nuestra propia historia e identidad más profunda.
El recuerdo cuando está ligado a las emociones cobra sentido y permite mirar al futuro de manera más positiva. Escuchar los susurros del pasado parece necesario para construir el porvenir. Ese es el sentido de conservar el patrimonio en cualquiera de sus categorías. No es nostalgia ni romanticismo como algunos suelen descalificar a quienes defienden la conservación del patrimonio. Luego, bajo el paraguas de la modernidad, muchas veces se esconden mezquinos intereses económicos.
Se ha anunciado que el Liceo de Hombres se fusionará con otros establecimientos para mejorar su matrícula y darle un mejor uso a su infraestructura emblemática del Chillán moderno post terremoto 1939. Según se sabe, se llamaría Colegio Narciso Tondreau. Desaparecería con ello en nombre histórico de Liceo, cuya denominación trae consigo toda la carga simbólica que arranca en la antigua Grecia y que se asienta como uno de los símbolos republicanos más potentes vinculados a la educación pública. Por ello, no conservar esta denominación en la institución educacional que se reformula, es simplemente no escuchar los susurros del pasado y en consecuencia cortar con el hilo conductor que vincula el pasado con el presente y el presente con el futuro.
El nombre o denominación de Liceo debe conservarse por respeto a la historia de Chillán, a quienes estudiaron allí y a todos los que piensan que aún es tiempo para recuperar la educación pública como una herramienta de calidad que permite a la sociedad y a los hombres progresar.
El Liceo de hombres de Chillán, hoy Narciso Tondreau, tiene una denominación de origen que es parte del patrimonio tangible e intangible de Chillán, así como Nicanor Parra estudió allí, también cientos de chillanejos que hoy son profesionales. Conservar su nombre es un imperativo histórico, para escuchar los susurros de un pasado excepcional y así poder soñar con un futuro mejor.
Hace pocos días se inauguró el casino de juegos de azar, en medio de exultantes muestras de apoyo expresadas por algunas de nuestras autoridades. Es una actividad legítima, pero no construye futuro ni felicidad. Es de esperar que esas mismas autoridades muestren el mismo entusiasmo por conservar el patrimonio de nuestro Liceo, simbolizado en su nombre y fundado en su historia. Los susurros del Liceo Narciso Tondreau los escuchamos cada vez que nos preguntamos de dónde venimos, qué somos y hacia dónde vamos.