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La otra pandemia

Cristian Cáceres

La prevención de accidentes de tránsito es por estos días la principal preocupación de los organismos policiales y de las autoridades, que han entendido la gravedad de un problema que no es nuevo y que puede verse peligrosamente amplificado por el feriado de Fiestas Patrias y la masiva movilización de personas en el territorio regional.

Carabineros ha descrito como “la otra pandemia”, al fenómeno de los accidentes fatales que han ocurrido en Ñuble, como en el resto del país, y que se ha visto acrecentado con la transición de la mayoría de las comunas de Chile a las fases 3 y 4, con lo que la libertad de movilidad aumentó, y así también los siniestros viales.

Por tal razón, esta semana se lanzó de la campaña #LaOtraPandemia, que busca concientizar a conductores y peatones respecto a su responsabilidad en la prevención de accidentes de tránsito.

Los expertos coinciden en que cerca del 60 por ciento de los accidentes en nuestro país se producen por fallas humanas del conductor y señalan la imprudencia al conducir como la causa principal. Cuando la conciencia se focaliza en un diálogo telefónico, por ejemplo, respondemos con lentitud a cualquier estímulo cercano e inminente, pues solo entra en nuestro campo de forma marginal. El peligro, entonces, se acrecienta.

Vale decir que el 40% restante está conformado por el exceso de velocidad, la ingesta de alcohol y las deficiencias de rutas.

En síntesis, son muchas las causas concurrentes para que exista un accidente de tránsito: se trata de una terminal en la que culminan numerosas formas de irresponsabilidad. Pero no podemos demorar más la reversión de un factor esencial que origina esta tragedia: la desaprensión de la gente que está al frente de un volante. Esa inaudita falta de conciencia de los conductores conforma un cuadro de casi 4 mil víctimas cada año en el país.

Y no se ha llegado a este preocupante nivel por obra y gracia del azar, sino por la existencia de innumerables inconductas de quienes no acatan, en todo o en parte, las reglamentaciones vigentes. No estamos, entonces, ante una fatalidad o algo inevitable. Estamos frente a una patología social. Cómo denominar si no aquello que conlleva una forma de autodestrucción.

Como suele ocurrir con esta fecha, se han multiplicado las advertencias a los conductores sobre el endurecimiento de las sanciones contempladas en la ley. Aquello si bien no resta, tampoco aporta significativamente, pues la clave no es solo tener penas más duras, lo más importante es contar con una ciudadanía que comprenda el sentido de esas leyes y que esté dispuesta a acatarlas. Porque cuidar la vida propia y la ajena, en última instancia, no debería ser nunca el fruto de una imposición externa, sino de la madurez de nuestra conciencia.

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