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La “infodemia” es peor

Tal como ocurre con la exposición repetida a escenas de robos violentos, que nos hace sentir continuamente en riesgo, el coronavirus ha causado un fenómeno comunicacional de amplificación muy poco virtuoso que promueve más el pánico que la cautela. “Infodemia” ya comienzan a denominarla algunos especialistas en comunicación pública que advierten, con total razón, que se propaga más rápido que el virus mismo.

No se trata de minimizar su impacto. El tema del coronavirus es serio. El martes, incluso, la pandemia que comenzó en Wuham, China, llegó a Chile con tres casos confirmados del también llamado Covid-19: dos en Talca y uno en Santiago, todos en satisfactoria recuperación. 

En ese sentido, hay que tener las precauciones pertinentes, pero no sembrar un temor insidioso, como lamentablemente se aprecia en algunas autoridades y medios de comunicación que se afanan en transmitir que no hay motivo para que cunda el pánico, y a la par nos informan minuto a minuto de casos que se van confirmando de infección por el mundo y de los confinamientos domiciliarios, en hoteles, en cruceros, de personas consideradas contactos que llegan a nuestro país y de un largo etcétera plagado de imprecisiones, prejuicios e incluso solapadas referencias a su efecto sobre la política contingente, como ayer ocurrió con el propio ministro de Salud y su alusión a la participación en el plebiscito constituyente.

Es verdad que todo el mundo en este momento está hablando, casi al mismo tiempo, del coronavirus y el minuto a minuto del avance del virus genera incertidumbre y temor, pero racionalmente no hay motivo para la mega alarma que estamos viviendo: la enfermedad parece transmitirse muy fácilmente, pero en la inmensa mayoría de personas infectadas (80 por ciento) la enfermedad resulta leve. De hecho, su tasa de mortalidad es inferior a la de la gripe estacional.

Ante una epidemia, que pulsa sentimientos de incertidumbre y activa temores, siempre existirá la posibilidad de encandilarse con lo llamativo o lo escandaloso, con el morbo y el sensacionalismo -como lo ha hecho en nuestro país buena parte de la televisión- y por lo mismo conviene reafirmar el rol que le cabe al periodismo de echar luz sobre una temática que es compleja, está en permanente evolución y se ve contaminada por noticias falsas, provenientes de redes sociales, que solo contribuyen a la desinformación y siembran confusión y pánico.

No olvidemos que pasar de la crisis sanitaria a la crisis económica y social es, mediando el pánico, muy fácil, y ya está sucediendo: la actividad exportadora local se está viendo fuertemente afectada y muchas empresas están retocando a la baja sus previsiones para este año, lo que sin duda influirá en el empleo.

El llamado es simple: sin restar importancia a la enfermedad, se puede tener ante ella una mirada responsable, preventiva, pero también menos dramática y alarmista. 

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