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La derecha en su laberinto

Agencias

En la derecha, estos días posteriores a la elección de segunda vuelta han dado para el análisis, la crítica y la autocrítica. Reacciones de todo tipo hubo tras una derrota que golpeó más duro de lo esperado a los partidos que la integran.

¿Es este su peor momento? Probablemente no. Peor fue la aplastante victoria de Michelle Bachelet sobre Evelyn Matthei, en 2013. En la interna, sin embargo, las respuestas parecen estar divididas y hay visiones autoflagelantes y crispadas que ven tambalear el proyecto político y quieren refundar el conglomerado.

Otras visiones, sin embargo, se muestran más racionales y apelan a la historia para mostrar que trances tan difíciles como el actual no son novedad, ya que a mediados de la década del 60 el sector fue borrado del mapa político al perder por un muy amplio margen los comicios presidenciales. Adicionalmente, han emergido voces que plantean que si la derecha tiene real vocación de poder, debe virar hacia el centro.

En efecto, tras el triunfo de Gabriel Boric en las elecciones presidenciales, los partidos del conglomerado oficialista Chile Vamos, junto con el Frente Social Cristiano, se encuentran evaluando cómo se conformarán para ser la futura oposición al gobierno recién electo, no descartando invitar a partidos como la Democracia Cristiana y facciones de otras colectividades de la ex Concertación. Claro que también podrían incorporarse el Partido Republicano y el Partido de la Gente.

De seguro este debate interno se extenderá por un tiempo, pero la rueda sigue girando y entre el desembarco de Boric y el retiro de Piñera, la derecha debería rearmarse para la nueva tarea a la que está llamada en nuestro sistema democrático: ser oposición.

En tal sentido se pueden advertir tres estilos distintos en la futura derecha opositora. El primero apelará a profundizar el debate y crítica a las reformas propuestas por Gabriel Boric y denunciar el modo en que la nueva política del Ejecutivo daña los supuestos grandes logros económicos alcanzados en los últimos años.

Una segunda oposición se centrará en la defensa de los derechos adquiridos de grupos de interés empresarial que el gobierno de Boric debiera afectar si quiere sacar adelante algunas de las agendas prometidas, sobre todo las asociadas a su reforma tributaria y de pensiones, como también las transformaciones en salud y descentralización.

Por último, también es posible imaginar una tercera oposición, más republicana, preguntando por la velocidad y la calidad de las políticas públicas, así como fiscalizando con su implementación y eficiencia.

Estas tres formas de oposición de seguro convivirán y buscarán entenderse, aun sin un liderazgo unipersonal, ya que la figura de Kast -pese a tener un buen desempeño electoral- no convence a todo el espectro.

¿Será capaz de volver a constituirse en alternativa de gobierno? Por ahora esa pregunta no tiene respuesta. Para hacerlo deberá renovarse, debatir de forma franca y tolerante, sin exclusión de temas, y sobre todo definirse: o mira al centro o profundiza en el conservadurismo.

Nuestra democracia necesita una oposición activa y bien intencionada. ¿Podrá jugar ese rol? Después de la campaña sucia que impulsó, hay una legítima duda, pero ojalá la respuesta sea positiva, pues las virtudes de un sistema político que cuenta con gobierno y alternativa son bastante obvias. El debate democrático siempre se enriquece cuando no hay una sola voz dominante.

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