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Icónico mural cumple 56 años asombrando a Chile y al mundo

A inicios del año 2020, cuando recién comenzaba la pandemia que encerró al planeta, un llamado de la Asociación de Estudios Latinoamericanos de Pittsburgh sorprendió a Rodrigo Piracés González, director de Extensión y Pinacoteca. Se trataba de un pedido especial: una imagen en alta resolución del mural “Presencia de América Latina”, para ponerla al ingreso del museo, como exponente del arte latinoamericano.

Esta historia da cuenta de la fuerza y la potencia de una obra que este mes de septiembre cumple 56 años, y que fue el fruto de la amistad entre Chile y México.

Con una superficie pintada de 250 m2 -considerando la escalera- esta obra monumental fue ideada por el muralista mexicano Jorge González Camarena, y contó con la colaboración de los mexicanos Salvador Almaraz, Manuel Guillén y Javier Arévalo, y los chilenos Albino Echeverría y Eugenio Brito, quienes realizaron este trabajo entre noviembre de 1964 y abril de 1965. González Camarena es considerado uno de los maestros de la segunda generación de muralistas mexicanos, quienes desarrollaron un movimiento artístico que buscaba, entre otras cosas, alfabetizar a la población, relevar temáticas sociales y transmitir ideas de cambio.

Latinoamérica retratada

Para todos quienes hayan visitado la Casa del Arte José Clemente Orozco (otro insigne muralista mexicano), sus trazos son imposibles de pasar por alto. Es la carta de presentación de este espacio, construido entre los años 1963 y 1965, gracias a una donación del Gobierno de México y sobre los restos de lo que fuera la antigua Escuela Dental.

Según la descripción que hizo el artista Albino Echeverría, el mural se empieza a leer desde el paño derecho. En ese lugar, “se encuentra representado el mundo prehispánico de América Latina. Esta idea es acentuada por el símbolo de Zontemoc (sol cayendo), “que refleja el ocaso de las culturas prehispánicas”.

Echeverría continúa su descripción: “en la parte aérea de la escalera se encuentra la serpiente emplumada, Quetzalcóatl, con sus grandes colmillos y su ojo verde, símbolo mexicano de la cultura”.

Al lado izquierdo, abajo, “una mujer de rostro azul, mítica sirena, mostrando las riquezas del mar y junto a ella, Tlaloc, dios de la lluvia”.

En el ángulo superior izquierdo, “una breve alusión a la conquista: dos cabezas de caballo y un español luchando con un caballero águila”, apunta el artista. Por su parte, el paño central tiene una de las figuras más reconocidas del mural: la Pareja Original, “formada por un español y una mujer que representa a todas las razas indoamericanas. La pareja camina sobre la tierra y bajo ella, yacen dormidas las riquezas minerales, en forma de mujer, como el cobre la plata y el oro”.

“En la parte superior, las mujeres cubiertas de enredaderas son el emblema de la generosidad de la tierra, y sobre la cual crecen plantas representativas de ambos continentes y de las culturas madres: Europa es el trigo, América el maíz. La pirámide termina con las conquistas técnicas: hélices, émbolos, arados. Este motivo se enlaza con lo que constituye el tema central del mural: la fusión de las razas representada por los tres rostros ensamblados en la parte superior. El gran rostro rojo simboliza la raza propiamente americana y sobre la que se proyectan los aportes de las otras razas del mundo. La mujer desnuda representa a Latinoamérica”.

Una obra siempre actual

Para Rodrigo Piracés, “el mural está vigente en sus objetivos, su mensaje y su desarrollo, que lo hacen ser una obra siempre contemporánea. Lo que ha pasado en Chile y en Concepción de algún modo se ve reflejado allí; las luchas sociales, de las ideas. El mural relata ese canto latinoamericano, desde la invasión del tipo que sea, económica o ideológica, todo aquello que está fuera de la identidad. Creo que esta obra emociona por eso, por su relato”.

Como representante del muralismo mexicano, esta obra toma una posición y por ello, es siempre polémica, apuntó Piracés. “El mural Presencia de América Latina no es un fondo de pantalla, ni una imagen para mirar sin entrar en discusión con alguien. Enfrenta posiciones y eso es lo que la hace una obra de arte viva y una obra maestra, tanto en el sentido profundo del arte, porque está muy bien hecha, y también en un sentido humano”.

En un análisis más técnico, el director señala que “está muy bien dibujada, muy bien compuesta y armónica en sus colores. Esos elementos son potentes, convocan al espectador y hacen del mural una obra maestra, que tenemos el privilegio de tener en Concepción y en nuestra Universidad”.

Texto: Noticias UdeC- Katerinne Pavez

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