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Familias sin agua se defienden del Covid con estricta cuarentena

Conforme a las estadísticas de la Onemi Ñuble, “cada familia que se encuentra en sectores que no cuentan con red de agua potable, reciben suministros equivalentes a 50 litros por persona diarias”.

La aseveración es de la directora, Gilda Grandón, quien añade que “esta cantidad, si bien es menos a lo que gasta
en promedio una persona en la ciudad, y solo se trata de suministros de emergencia, es mucho más de la medida
internacional para este tipo de casos”.

La directora asevera, además, que “en todas las comunas de la región hay sectores que cuentan con este problema,
y son ayudados a través de los municipios, la Onemi y la Intendencia, que es la que contrata los servicios”.

Sin embargo hay zonas, como el secano interior, lugares como Valle Hermoso (comuna de Chillán Viejo) o sectores como Campanario o Santa Juana (comuna de San Ignacio) en donde la consigna es cuidar cada gota
como si fuera la última.

Sectores donde regar un prado es impensable y donde a veces se sacrifican las duchas o los baños diarios para poder hidratar a los animales que se crían.

El problema está lejos de ser nuevo o desconocido. Sin embargo, la novedad es que ahora se les suma una nueva y drástica exigencia, como el protegerse del coronavirus, a sabiendas que el lavado de manos permanente, o el lavar la ropa cada vez que se vuelve a casa tras ir al centro a hacer trámites, constituyen un “gastadero” al que no están en condiciones de hacer frente.

“El agua no alcanza para todo. Lo que tenemos que hacer es gastar lo menos posible y eso es lo que hemos estado
haciendo nosotros, porque en el verano nos vemos apurados con el agua y ahora se viene peor”, dice María Neira, residente de Panguilemu, comuna de Portezuelo.

Se asomó con extrañeza ante los “aló” que se escucharon desde la cerca de su predio. Y se acercó por el camino de tierra, ya prensada, dura y tan café como casi todo el resto de su predio, en la que solo se contaban pequeños
arbustos, no más verdes que el suelo, y por donde corrían algunos pavos.

Dice estar al tanto de todas las medidas para prevenir el Covid-19, “y lo que hacemos es salir lo menos posible. Nosotros vamos una vez al mes a Ninhue, y solo a buscar los remedios que nos dan. Tiene que ser mucho para que vayamos dos veces. Y cuando volvemos nos lavamos bien las manos y echamos la ropa donde está la otra ropa que hay que lavar”.

Ducha día por medio

En el verano, la sequía generalizada afecta la cantidad de aguas existentes en las napas.Y la mayoría de las familias de estos sectores adquieren agua mediante pozos y punteras.

“Pero ahora, en esta época también es problema el agua, porque todavía no se llenan los ríos ni los canales. Entonces, uno tiene que guardar para cocinar, lavar ropa y para tomar, no se puede hacer mucho más”, cuenta Nelson Garrido, mientras se apoya en un azadón, en el acceso de su predio en el sector de Coipín.

Se sonroja cuando ve la cámara fotográfica y de haber habido un árbol cerca -que no estaba- se hubiera escondido
detrás.

“Con la pinta que voy a salir en el diario”, dice mirando sus pies. Estaba con unas ojotas, unos jeans arremangados hasta las canillas, y el polvo que había en casi toda su vestimenta y sus pies, denotaban trabajo.

“Yo no salgo, menos ahora que anda esta cuestión (el coronavirus) y el agua no da para andar lavándose las manos a cada rato, así que no salimos. Yo trabajo acá en la casa, en mi huerta y en eso ocupo el agua”, comenta y revela que “para ahorrar, nos duchamos día por medio, no más”.

Ellos son tres. Dos adultos y una hija que está en la escuela.

“Dicen que las clases vuelven ahora en mayo. Pero yo no la voy a mandar. No vamos a correr riesgos hasta que ya
todo sea seguro. Pero en serio seguro”, remarca.

Esperando que llueva

Con casas arriba de los cerros, a veces separadas unas de otras por más de un kilómetro, la posibilidad concreta de establecer redes de agua potable es casi imposible.

Sectores como San Juan de La Raya o La Quebrada, en la cordillera de la costa, cuentan con no más de 30 ó 40 familias, y todas muy dispersas geográficamente. Por eso, la solución a la que se ha llegado es la de instalar una torre de agua y un pozo profundo para cada casa.

La última vez que se pensó en una red, fue en 2019, se invirtieron 41 millones de pesos para los sectores de Los
Maquis Alto y Los Maquis Bajo, en Cobquecura. En el caso de Los Maquis Alto, incluyó la adquisición medidores, collarines y lo necesario para 28 arranques domiciliarios con una red de casi 12 kilómetros de cañerías.

En algunos sectores de Coipín, se está trabajando con redes a través de cooperativas, “pero eso nos permite tener agua solamente dos horas en la tarde, y nada más”, dice Leonarda Pedreros.

“Entonces, tenemos que juntar en tiestos y en tamborcitos, para después lavarnos por partes, en la mañana. El agua de los pozos se seca y la verdad es que no alcanza para todas las familias que ahora están llegando”, añade.

Las miradas van hacia el Tranque Coipín. Si se llena, que no ha ocurrido, la vida mejora, “por eso nuestra esperanza está en que llueva y no ha querido llover mucho. Si es claro que las autoridades tampoco tienen de dónde seguir sacando agua para traerle a las familias”.

Que nadie traiga el bicho

Jaime Parra, de Coipín, fue uno de los lugareños que participó en el proyecto de un pozo para abastecer a diversas
familias del sector. Dice que desde que recuerda, cuando aún era niño, hasta hace solo unos años, “el tranque estaba siempre lleno y uno si quería, podía ira buscar agua en bidones. Pero ya no se puede, eso se secó”.

Respecto al pozo, que fue la solución acordada, “la verdad, es que nunca se hizo como correspondía. Ese pozo, originalmente fue proyectado de 62 metros de profundidad, pero cuando iban en los 34 metros, encontraron piedras, y no fueron capaces de seguir. Por eso, no alcanza”.

Con gorro, guantes, mascarillas y frascos de alcoholgel, es como se “arma”, cuando con su familia van a Ninhue.

“Vamos para el día de pago, pasamos al supermercado o a comprar algún remedio y después nos venimos. Echamos la ropa a lavar y nos limpiamos nosotros. Ahí se va harta agua, por eso lo hacemos una vez a las mil porque con el agua que hay, más no se puede. Imposible”.

Una vez en Coipín, a veces sale con la familia a comprarle algún producto casero -como miel- a otros vecinos de ahí mismo.

“Acá ya no usamos guantes ni nada, porque acá nadie se ha contagiado todavía. Mantenemos la distancia con ellos y saludamos de hola y chao, no más. Estamos sanos todavía, pero la idea es que nadie vaya al pueblo, porque si alguien se trae el bicho para acá… hasta ahí no más llegamos”.

“No vuelvo a trabajar”

Ana Salgado tiene un pequeño jardín, en el costado izquierdo del acceso de su casa, en donde algunos árboles han
alcanzado cerca de dos o tres metros de altura. No son muchos. “Los planté hace como cinco años”, detalla.

El resto, seco. Y café como casi toda la superficie fuera un extenso tronco caído de puro viejo. Un extenso cordel, con decenas de prendas lavadas secándose, son la única señal de humedad que se ve en su parcela.

Eso y unos tambores fuera de su casa, en el que guardan el agua que cada miércoles le llevan. El pozo, ese que quedó hasta la mitad, ya no da abasto para su familia desde octubre.

“En esos tambores me dejan 1.400 litros de agua a la semana, para los integrantes de la casa, que somos cuatro”, dice.

Ana trabaja en un consultorio de salud, haciendo aseo, y en este momento se encuentra en cuarentena.

“Pero tengo que cuidar a mi papá que está postrada, acá, en la casa, entonces para nosotros el riesgo de contagio es más peligroso por esa razón. Estuve analizando mi situación y creo que no me conviene volver a trabajar, porque no puedo dar el lujo de llegar yo a contagiarlo”, reflexiona.

Por la misma razón, su hijo, quien andaba en bicicleta en el patio, corriendo junto a dos perros, tampoco volvería a clases si es que éstas se reanudan en mayo.

Algunas municipalidades, como la de Chillán Viejo, suelen llevar agua extra a sectores como Valle Hermoso. Pero no es la generalidad.

En la Onemi advierten que por lo pronto, no hay proyectos se contingencia a causa de la pandemia.

Felipe Ahumada

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