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Energía

Uno de los seis pilares de la Estrategia Nacional de Energía (ENE), creada hace 10 años, era reducir en 12% la demanda energética estimada a 2020, lo que estuvo lejos de cumplirse. Por el contrario, la demanda se incrementó 30% en el mismo período y hace poco, un reportaje en nuestra sección de Economía estableció que hay al menos 100 proyectos de inversión parados en Ñuble, precisamente por la incertidumbre sobre la oferta de energía disponible para los próximos años.

En esta materia, como en muchas otras, la experiencia internacional puede ser muy aleccionadora para orientar los esfuerzos que se necesitan realizar en nuestro país. En California, por ejemplo, se inició en 1975 un plan de eficiencia energética orientado a reducir la peligrosa curva de consumo de sus habitantes y el alto precio de la energía, basado en educación ciudadana y normativas de eficiencia para electrodomésticos. En 20 años de aplicación, el fondo ha evitado generar 100 millones de toneladas de gases de efecto invernadero, equivalentes a retirar 16 millones de autos de circulación y ha ayudado a los usuarios a ahorrar más de 218 TWh, sin bajar un ápice su nivel de vida.

Otro caso que nos debería llamar la atención es el danés, ya que ellos con un 20% de participación de energías renovables en su matriz energética, tienen el indicador de intensidad energética más bajo en Europa y a su vez, un desarrollo económico y social destacable. Para los daneses, el alto costo energético no ha sido un freno para el desarrollo, sino que los ha obligado a ser mucho más eficientes con el recurso.

En nuestro país, en cambio, mientras el foco de las decisiones se mantenga en un bajo precio de la energía, la realidad no va a cambiar, ya que somos incapaces de ver más allá de la cuenta de la luz. La eficiencia energética nos obliga a realizar operaciones matemáticas más complejas y a ver implicancias no obvias para detectar su real beneficio. Así, la instalación de las ampolletas de bajo consumo ha significado una mayor inversión, pero un gasto anual menor, de igual forma ocurre con los termo-panel, las cortinas térmicas, los calefactores eficientes, solo por nombrar algunos ejemplos.

En otros casos el análisis es aún más complejo, como el reemplazo del auto por la bicicleta o el reciclaje de la basura. Todas estas comparaciones comparten un hecho en común, ya que el beneficio inmediato es mayor para la solución más barata o simple, pero el beneficio total es mucho mayor para la solución más cara o difícil.

Siendo justos, el precio no es el único requisito para despertar el interés por la eficiencia. La existencia de simetría y abundancia en el acceso a la información, y estándares claros que regulen la calidad de los dispositivos son también condiciones importantes, aunque no superan al factor precio, el principal activador de un comportamiento eficiente.

La idea del Gobierno, de estabilizar por ley los precios de las cuentas de luz de clientes regulados residenciales y pequeños comercios, parece interesante, pero no se debe olvidar que solo una estructura de precios realista y que refleje los costos es realmente el camino idóneo para reducir los consumos superfluos e incentivar el crecimiento de la oferta, tan necesario por estos días.

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