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Embalses grandes y pequeños

Los beneficios de aumentar la disponibilidad de agua para la agricultura son indiscutibles, y por lo mismo, existe coincidencia, en diferentes sectores, respecto del significativo impacto a largo plazo, que tendría en la economía de la región, la concreción de todos los proyectos de acumulación de agua que hoy están en carpeta.

En el grupo de los embalses de mayor tamaño, sin duda, el número uno es La Punilla. Se trata del proyecto de inversión pública más importante de la región de Ñuble, cuyo presupuesto oficial supera los US$369 millones, monto que se eleva a US$500 millones de inversión si se considera la central hidroeléctrica. Además, es la obra más grande del plan nacional de embalses, con una capacidad de almacenamiento de 540 millones de metros cúbicos, que una vez operativa, permitirá regar con seguridad del 85% más de 70 mil hectáreas del valle del río Ñuble.

Tras el fracaso de la primera licitación, que fue anulada el año pasado, hoy es revisado por siete ministerios, con el objetivo de hacer las modificaciones necesarias para dar respuesta a las demandas de comunidades afectadas y organizaciones ambientalistas.

El segundo embalse es Zapallar, viejo anhelo de los agricultores de la cuenca del Diguillín, pues constituye una obra pendiente del Canal Laja-Diguillín, cuya construcción concluyó en 2008. Considera una inversión total de US$349 millones y se ubicará en el río Diguillín, 12 kilómetros aguas abajo de la confluencia con el río Renegado, en el límite de las comunas de Pinto y El Carmen. Tiene una capacidad de almacenamiento de 80 millones de metros cúbicos de agua para regar 54.630 hectáreas en total. Este proyecto se encuentra en trámite ante el Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) de Ñuble y ha recibido numerosas observaciones por sus impactos en un área de alto valor ecológico.

El embalse Chillán completa la triada de grandes obras de riego. Se ubica en el río Chillán, en el sector Los Pellines, comuna de Pinto y tiene capacidad de almacenar 210 millones de metros cúbicos para regar 21 mil hectáreas, de 2 mil predios de pequeños y medianos agricultores de Coihueco, Pinto, Chillán, Chillán Viejo y Bulnes. Cuesta US$320 millones, calculó el MOP en 2021 y actualmente se lleva a cabo su estudio de factibilidad, que estará terminado en 2024.

En cuanto al grupo de los embalses de menor tamaño, resulta más difícil dar cuenta de avances, ya que han sido prácticamente ignorados por las administraciones de la últimas dos décadas. Esta situación, más que una desventaja, constituye una oportunidad -para el actual gobierno y autoridades regionales- de reactivar iniciativas que llevan décadas durmiendo el sueño de los justos y que no por coincidencia se localizan en el territorio más pobre y atrasado de la nueva región. Se trata de los embalses Lonquén y Kaiser, y los tranques estacionales Changaral, Quilmo y Ránquil.

El Valle del Itata hoy no cuenta con riego, pero con embalses de menor tamaño y tranques estacionales también podría sumarse al proceso transformador de los cultivos y expansión de la agroindustria e infraestructura agrícola, como lo han hecho las provincias de Diguillín y Punilla. Pero para que este sueño se convierta en realidad, es necesario asegurar la ejecución de estos proyectos de embalses pequeños y tranques que hoy solo son reales en el papel.

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