“Es tu trabajo, pero si fuera mío lo desarmaría”, dice sonriendo la hermana Elizabeth “Mimi” Ballard (71), encargada de la Casa Ursulina ubicada en la Población Vicente Pérez Rosales, a una de sus alumnas del taller de telar. Explica que la clave es que los puntos de inicio coincidan con los del final.
Su crítica no es dura, porque su sentido del humor le alcanza para reírse de casi todo. Las mujeres que asisten a los cursos de telar, bordado, óleo, costura, fieltro y alimentación saludable, son en su mayoría dueñas de casa .“Tenía depresión, pero la superé gracias a esto. Aquí uno comparte y la madre siem-pre está pendiente de nosotras, es estricta con el trabajo, pero muy cariñosa”, asegura una de sus alumnas. Y es que el propósito de “Mimi” Ballard, quien llegó desde Kentucky, Estados Unidos, a la población en 1978 a los 30 años, va más allá de los conocimientos sobre el telar.
De pronto, escribe en la pizarra donde dibuja los patrones, la dirección del sitio web de Pinterest. “Quiero que crean en que pueden hacerlo y no tirar la esponja porque el primer día es difícil. Hay que confiar. Lo que yo les voy a enseñar es técnica, pero la creatividad nace de ti y uno la alimenta conversando con otras, viendo revistas, en Youtube o Pinterest, que son fabulosos”, resalta.
Ella los revisa siempre desde su tablet. La vocación de “Mimi” Ballard nace de su cercanía con las hermanas de la Congregación Ursulina, quienes estaban a cargo de la escuela en la que cursó sus estudios. De ellas le impresionó la solidaridad hacia las mujeres. Su fundadora, Ángela Medici, recorría los campos para ase-gurarse de que los empleadores trataran bien a las trabajadoras.
“Se buscaba proteger sus derechos y su dignidad”, sostiene. Siempre quiso ser misionera, por lo que cuando la Congrega-ción fue invitada por los jesuitas a Chile, ella decidió dejar su pueblo natal, Barstown, el del cantautor Stephen Foster, compositor del tema “Oh! Susanna”, como a ella le gusta recordar, y al que viaja cada dos años. Sigue conectada con su país, incluso vota por correo en cada elección.“Ni modo que hubiese votado por Trump, es un desastre. Pero cada pueblo tiene el gobernante que merece”, enfatiza.
Recuerda que a la población “llegué a vivir con otra hermana a una casa que nos construyeron cerca de la Capilla Divino Maestro, era hecha de tablas, muy rústica, pero me encantaba porque era muy sencilla y acogedora. Era casi todo campo, nada pavimentado. El taller lo empecé a hacer en los 90, en mi casa, pero después logramos tener unos 15 grupos de mujeres en la población en distintas casas. Necesitaban algo que les permitiera unirse fuera de su hogar, y en particular para resolver el problema económico que era muy grande en esa época, eso les permitía tener ingresos”.
La Casa Ursulina se creó en 1997, y desde entonces funciona con el aporte de la Congregación y de las más de 200 mujeres que asisten a los talleres. Cada una paga una cuota de mil pesos al mes y deben responsabilizarse por sus materiales. “También hay personas que están exentas a pagar. Si la casa nació para ayudar a personas de bajos recursos, sería absurdo echar a alguien por eso”, afirma.
También venden lana natural de ovejas de la zona, que hilan y venden a una ONG norteamericana que apoya a mujeres organizadas. Cecilia, una de las alumnas, comenta que “la madre nos ayuda a ahorrar para comprar nuestros materiales, le pasamos el dinero para poder reunir los montos. Nos gusta financiar lo que hacemos porque nos sentimos más parte de esto. Tengo una enfermedad autoinmune y este taller me revitaliza y me ayuda a tener ingresos”.
La hermana Mimi detalla que “no he conocido mujeres últimamente que lleguen con problemas de drogas, alcoholismo sí. La mayoría de las personas que viven aquí son buenas, esta población siempre ha tenido eso de ser de la Vicente. Sé que hay drogas y narcotráfico, pero yo camino por la calle y me siento segura de día. De noche no camino siempre, pero eso es parte de la edad, no es que me dé miedo. Si tengo que visitar a alguien que necesita mi ayuda y vive en un sector peligroso, voy a ir. Pero no solo yo, la casa entera se moviliza ante cualquier emergencia”.
Todos los talleres son impartidos por las mismas mujeres que participaron de ellos, quienes con los años se perfeccionan en las técnicas. Ellas ayudan a la her-mana Mimi voluntariamente con la organización de la casa. “Llegué con baja autoestima, depresión y no hablaba con nadie. Tenía 20 años, ahora tengo 63. La hermana Mimi es nuestra psicóloga, hablamos con ella y nos contagia de su vitalidad. Yo hago voluntariado mañana y tarde, y aconsejo a las mujeres, porque tenemos que ayudarnos en nuestros problemas, debo tener energía para ellas. Esta es una población con narcotráfico y balaceras”, revela Carmelina, una de las monitoras.
La Casa Ursulina no solo está llena de hilos y telares, sino también de libros y gatos, las dos pasiones de la hermana Mimi. “Si no tengo nada que leer me vuelvo loca. Dejo siempre libros por toda la casa, para que los lleven y lean. Mis lecturas favoritas son las espirituales, la Biblia, las biografías, como la de Michelle Obama o la de la esposa de Albert Einstein. Siempre leo sobre mujeres empoderadas”, destaca, mientras acaricia a Autumn, uno de sus seis gatos que adoptó luego de que los tiraran a su jardín.
Equidad de género
Sobre el rol de la mujer anali-za que “la equidad de género es el desafío más grande. Tras estos años la mujer se ha dado cuenta de su propio valor, que pueden hacer todo, pero después los sueldos no son iguales, y deben serlo. Además, hay un par de áreas en que hay pocas mujeres: la política y la Iglesia”.
“Cuando tú hablas de Iglesia, pueblo de Dios, la mayoría de las participantes somos mujeres, en la jerarquía es donde no han entrado las mujeres. Los cambios rara vez empiezan desde arriba, la jerarquía es una institución de muchos años de tradición y no es algo que va a cambiar fácilmente. El mejor mapa para hacerlo es la carta del Papa al pueblo de Chile, porque habla de cómo somos como Iglesia y nos hace entender que uno no tiene que aceptar que soy católica de segunda clase, somos todos católicos. Hay que dejar el clericalismo y volver a la manera de Jesús. Él no miraba a nadie en menos”, manifiesta. Al consultarle sobre los dichos de sacerdotes que han declarado que las mujeres no estaban en la Última Cena, ella argumenta que es “porque no salieron en la foto”, y ríe a carcajadas.