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El vagón de cola

Señor Director:

Me apasionan los trenes. Viajé mucho en ellos y he leído bastante sobre su importancia y evolución en todo el mundo, menos en Chile.

Es por eso, y por el momento que vive el país, que recuerdo la triste historia de los “vagones de cola”, aquellos carros desvencijados, maltrechos, venidos a menos, deteriorados, que por sus deficientes condiciones eran puestos al final del convoy, como carros de tercera clase, paso previo a ser abandonados en algún desvío inutilizado, de una estación desconocida.

En este contexto, hago una analogía con lo que ocurre en la política chilena.

En la historia contemporánea hay dos partidos que se mantuvieron como colosales coches súper salón del tren político pero que, con el paso del tiempo, fueron bajando de categoría, hasta convertirse en vagones de cola del convoy, a punto de ser abandonados en una estación ignota. Pero en el caso del Partido Radical y el Partido Demócrata Cristiano, que es a quienes me refiero, no es solamente el paso del tiempo.

Hay, a mi juicio, un factor común en la debacle de ambos: su pérdida de brújula al ceder paulatinamente el centro político y desplazarse a la izquierda, hasta caer, sin pudor alguno, en los brazos del partido comunista.

De los buenos tiempos, ya queda muy poco, o casi nada. Muchas de sus bases los han dejado y seguirán abandonándolos hasta que, el óxido del tiempo y el olvido sea testigo de sus días finales.

Tulio Herrera Garrido

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