Hugo Bello vive de su glorioso pasado. Ese que lo alimenta de orgullo y es el escudo infranqueable para enfrentar su duro presente. El otrora volante de contención de Ñublense, que saltó de Chillán a los dos grandes del fútbol chileno, Colo Colo y Universidad de Chile, es el único ñublensino que luce esa aplaudible marca.
“Tengo muchas fotos y recuerdos, pero la mayoría son de mi época en Colo Colo, donde fui campeón en 1986 y club con el que conocí varios países”, evoca nostálgico, mientras hace el ejercicio diario de repasar recortes de revistas y diarios, que su padre, Hernán Bello, coleccionó por años siguiendo su carrera.
Elige las mejores, las digitaliza y las comparte en su muro de facebook donde sus amigos, ex compañeros y conocidos, lo saludan y recuerdan esa época donde se hizo conocido por su incansable capacidad para recuperar balones.
Prefiere ser presa de sus recuerdos, que del presente. Hoy juega otro partido. Está en tratamiento para controlar una enfermedad crónica y una vieja adicción.
“El otro día me desmayé y me pegué en la cabeza. Me hice exámenes, me encontraron varios niveles alterados. Tengo hipertensión, soy prediabético, tengo una arritmia, así que estoy tomando medicamentos para controlarme bien. Y es probable que me interne un par de meses en una clínica de rehabilitación porque a veces tengo recaídas, pero saldrá todo bien”, reflexiona el otrora crack albo y azul, que hoy vive con sus padres Hernán Bello y Yolanda Mancilla en la Población Iansa.
-¿Y sus amigos del fútbol lo llaman para saber cómo está?
-Sí, de los de la prensa de esa época, me escribe Álvaro Sanhueza, también me llaman Hugo Rubio, Juan Carlos Pe-ralta que fueron mis mejores compañeros en Colo Colo. Otros me clavaron una puña-lada por la espalda.
-De su colección de fotos….¿cuál es la que más atesora?
-La que más me gusta es esa en la que salgo en la piscina con la copa de campeón de Copa Chile en 1986.
-¿Cómo llegó a Ñublense?
-Yo nací en Llanquihue, pero a los 13 años llegué a Chillán por el trabajo de mi papá en la Iansa y siempre le dije que yo llegaría a un club de Santiago. Entré a cadetes de Ñublense a los 14 años, en 1981, para la huelga del primer equipo, debutamos varios, yo con 16 años contra Magallanes, junto a Roberto Rosales, estaba Pedro Pablo Díaz, Leiva, entre otros.
-¿Incluso fue llamado a una selección chilena juvenil?
-Sí, estuve en la preselección chilena juvenil que dirigían Raúl Angulo y Carlos Cam-pos, con Roberto Rosales en Santiago, pero cuando dieron la nómina final de los 21, donde aparecí, me llamaron del servicio militar y no me lo pudieron sacar. Me dejaron adentro.
-¿Y le sirvió de algo hacerlo?
-Fue mejor porque como participaba en todas las com-petencias del regimiento, iba a la nieve, a las patrullas, tuve un estado fisico espectacular, era una máquina y volví a Ñublen-se, agarré ritmo, anduve bien, me lucí en un partido con La Serena, por eso, cuando baja-mos en 1983, me llevaron para La Serena por dos años.
Sueño cumplido
-Y de la serena a un club grande: Colo Colo…
-Estuve dos años en La Serena (1984-1986) y llegué a Colo Colo donde estuve cinco temporadas. Los mejores años de mi vida. Salí campeón, salí para el extranjero, conocí Europa. Hice giras a México. Jugué Copa Libertadores, conocí Perú, Bolivia, Argentina, Bolivia, Brasil, Paraguay, Colombia, lindos recuerdos. Jugué con Roberto Rojas, Fernando Astengo, Hugo González, Arturo Jáuregui, el “Chupete” Hormazábal, Revetria, etc. Llegué a Colo Colo en una época en que era muy difícil que un cabro de provincia llegara a un grande, antes no había internet ni empresarios.
-¿Quién era su mejor amigo en ese plantel?
-Hugo Rubio. Era extraor-dinario como persona. También éramos muy amigos con Fernando Astengo.
-¿Por qué no se pudo consolidar como titular y quedarse en Colo Colo?
-Yo pensé que era intransferible, me creí el cuento, debí ser más tranquilo y no recibir los malos consejos que me dio mucha gente. Yo debí haber terminado mi carrera en Colo Colo, era el regalón de Arturo Salah, pero discutí con él en los entrenamientos porque hacía mal los ejercicios y hasta que se aburrió de mí. Mis compañeros me decían que me calmara, que ya llegaría Mirko Jozic, que cuando estaba en cadetes, y me veía jugar en el primer equipo, alababa mi estilo y tenía un gran concepto de mí. Pero ya en 1990 me desvincularon. Me hubiese aguantado, en 1991 hubiese sido campeón de América con Colo Colo.
-Se la farreó…
-Claro, después pasé a Loza-penco y luego a Everton donde estuve un año y de ahí salté a la Universidad de Chile donde jugué con grandes jugadores como Patricio Yáñez, Eduardo Fournier, Horacio Rivas, “Tin-cho” Gálvez, Cristián Mora y Cristián “Cepellín” Olguín. De ahí volví a Ñublense, también jugué en Rangers, Colchagua y me retiré en U. Española.
-¿Ahí no jugó por una diferencia con Nelson Acosta?
-Vi cosas turbias, todos sabían que uno jugaba si le daba un porcentaje de su sueldo al “Pelao” Acosta, me lo propusieron y no quise. Por eso no me ponía. Es sabido por la gente del fútbol. No jugué ningún partido, solo amistosos. Cuando terminó el torneo, había un partido amistoso en Punta Arenas y Acosta me citó. Yo fui y escribí en la lista, ‘ándate a la chu… Pelao’. Ahí fui compañero del “Coto” Sierra, “Guatón” Vega, Gerardo Rabajda y Mario Luca. Ahí me retiré en 1995 con 31 años. Me separé y me vine a Chillán. Tengo dos hijos, uno de 27 años que vive en Santiago y una hija de 12 que vive acá.
-¿Quién le puso la “Víbora”?
-El relator Wladimiro Mimica, porque un rival me pasaba, y yo lo rodeaba, lo acorralaba, hasta neutralizarlo.
-¿Se siente reconocido en Ñublense?
-Nunca me han home-najeado, la idea es hacer reconocimientos en vida. Por ejemplo, a Atanasovici, que fue un jugadorazo. Los ex jugadores deberíamos estar a cargo de las escuelas del club en comunas, porque uno conoce el sello aguerrido del jugador de Ñublense. Como yo jugaba. Por eso llegué a Colo Colo y la U. Es mi orgullo.
