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El motor de la convivencia y democracia

Claramente estamos viviendo tiempos complejos, tanto en lo económico como en lo político, que repercuten en nuestro diario vivir, afectando más a unos que a otros, pero en definitiva, a todos.

Así las cosas, vale la pena preguntarse: ¿qué nos pasó? Basta con estar cinco minutos en cualquiera de las redes sociales, Twitter, Instagram o Facebook, por nombrar algunas, para meditar o incluso ir más allá y cuestionarse si de verdad tanto odio nos tenemos. ¿Tan malo es el de al lado? Incluso siendo prejuiciosos en cuanto a sus valores y principios, sin ni siquiera conocerlo.

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Pero, analizando el tema en cuestión, me di cuenta de que en la mayoría de los casos son personas de nuestro propio entorno, incluso aquellas más cercanas, quienes constituyen un reflejo de esas visualizaciones en redes sociales, y que, contra toda nuestra lógica, tienden a reaccionar negativamente respecto de situaciones de las que ni siquiera cuentan con toda la información.

Entonces, ¿qué pasa? Después de meditar y reflexionar entendí que en la mayoría de los casos es que no sabemos dialogar. ¿Y qué debemos entender por dialogar? Empecemos por aclarar esta premisa de la que quizás comprendemos menos de lo que creemos. Dialogar se entiende como una conversación en la que dos interlocutores tienen la misma oportunidad de participar y en la que se busca un entendimiento mutuo, esto es, entablar un diálogo.

No debemos olvidar que, si bien el diálogo ha acompañado al hombre desde sus inicios en la tierra, pese a eso, a lo largo de nuestra historia hemos estado plagados de conflictos, incluso algunos de ellos nefastos, que vistos en perspectiva se podrían haber arreglado dialogando.

Entonces, ¿qué hacemos?, ¿cómo lo solucionamos? Primero que todo debemos hacer el ejercicio interno y externo de escucharnos a nosotros mismos y al resto. Lograr tomar conciencia de lo importante que es en nuestro desarrollo interno y para la sociedad el dialogar. El diálogo va más allá de una forma de comunicarnos, nos conduce a entender, empatizar y finalmente a crecer como personas.

Para lograr establecer un verdadero encuentro es necesario partir del reconocimiento y valoración de esas otras ideologías, creencias, posiciones, culturas, que tienen aportes tan valiosos como los nuestros y que, mediante el diálogo permanente, o mejor el polílogo (que considera ceder la palabra a los que no la tienen), será posible construir nuevas realidades.

Hemos dejado que la falta de empatía, de respeto, del conocimiento, friccione de manera grave nuestra capacidad e intención de dialogar, cuando claramente esta acción no puede resultar de imponer una idea, menos si es que ésta parte muchas veces del prejuicio y desconocimiento.

Como seres pensantes, formando parte de una comunidad, tenemos el deber de fomentar el diálogo en nuestros hogares, trabajo, círculo de amistades y por sobre todo al educar y ser educados.

Por lo anterior, es importante que tanto colegios como universidades den el protagonismo que corresponde al diálogo, que es la base de una sociedad robusta y democrática. Y en aras de un desarrollo como el que necesitamos y aspiramos hoy, más que nunca, necesitamos diálogo, empatía, fraternidad y tolerancia. 

 

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