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El chillanejo que jugó por Chile tres sudamericanos de básquetbol

Gentileza Miguel Ángel San Martín

“Saludos desde Madrid”. Así solía iniciar sus despachos desde España, el periodista chillanejo Miguel Ángel San Martín, radicado en ese país, tras ser exiliado luego del Golpe de Estado que dio paso a la dictadura de Augusto Pinochet, que vivió en primera persona como director de prensa de la Radio Corporación, que fue atacada y silenciada por los militares.

Desde entonces fue acogido en Cuba, Alemania y finalmente en Madrid, donde siguió desarrollando una dilatada carrera como periodista y locutor, y que incluso, hace algunos años, lo trajo de vuelta a Chillán, para trabajar en el Departamento de Comunicaciones del municipio local.

De vuelta en su segunda patria, San Martín revela una faceta desconocida de su trayectoria. Su historia como eximio basquetbolista. Es que el “Mono”, como lo apodaban desde joven, fue seleccionado chileno de básquetbol y disputó tres sudamericanos.

Encestando por Chile

Con 17 años, Miguel Ángel San Martín González participó en el Campeonato Sudamericano de Buenos Aires, en 1960, época en la que estos torneos se denominaban “Campeonatos Sudamericanos Interescolares” y comprendían básquetbol varones, vóleibol femenino y atletismo.

Su pasión por el deporte de las bandejas nació cuando se ponía a jugar en las instalaciones deportivas de la Escuela Normal Superior José Abelardo Núñez, de Santiago, donde su padre, profesor normalista de Chillán, ejercía como director. “Me lo pasaba todo el día practicando todos los deportes, desde los nueve años”, cuenta desde Madrid.

Tras hacer su secundaria en el Liceo de Aplicación, en 1960, un profesor de educación física del Internado Nacional Barros Arana, Jaime Rojas, instó a su padre a que lo matriculara en el INBA, donde fue seleccionado de fútbol, de básquetbol y de natación. Pero el vicerrector Óscar Rodríguez Cerpa, lo obligó a elegir y escogió el básquetbol, alentado por Eric Muñoz Mass, entrenador del seleccionado del colegio, quien le ofreció nominarlo a la Selección Chilena para ir a Buenos Aires.

“Se dio un vuelco en mi corazón. Nunca me arrepentí de tal decisión”, reconoce Miguel Ángel, quien en el INBA, compartió con próceres del baloncesto nacional de los 60’,  como los famosos Thomson, Donoso, Garafulic, Cofré, quienes fueron la base de la Selección Chilena adulta que barría con todos los equipos de la época.

“Recuerdo a jugadores como el ‘Flaco” Raúl López, joven pívot que llegó a ser destacado jugador de Universidad Católica. También al ‘Negro’ Belford Morales, quien fue un potente ala/pívot de Colo Colo. El ‘Oso’  Wood, el ‘Rucio’Vuskovic, el ‘Guatón’ Contreras, el ‘Nariz’ Gutiérrez, los ‘Negros’ Oreste y Rozas”, enumera.

San Martín cuenta que con su metro 70 de estatura, sus brazos largos y velocidad, le hacía honor a su apodo de “mono”. Era el más bajo de la Selección Juvenil, pero rápido alero con Fernando Sibilla.

Sudamericano Argentina 60’

En el Sudamericano del 60’, el combinado nacional alcanzó el cuarto lugar. San Martín califica la experiencia como “tremenda, me hizo madurar como deportista y como persona”. Posteriormente, Chile fue sede de los Segundos Juegos Interescolares Sudamericanos, para lo que el combinado local se reforzó con valores de Valparaíso, Concepción, Osorno y Puerto Montt.

“En Concepción conseguimos el fichaje de Danilo Baldovinos, un extraordinario jugador que se vino a estudiar al INBA. Y en Osorno jugamos con una potente selección, donde destacaban tres hermanos, Rubén, Alfonso y Tulio Marcos. Les ganamos con grandes dificultades y el ‘profe’ Muñoz quiso que Rubén se incorporara a nuestra selección. Sin embargo, Universidad de Chile se lo llevó como una estrella del fútbol, y se convirtió en ídolo de Chile. También de Osorno era Wilberto Díaz, quien se unió a la selección juvenil. En ese equipo formamos una dupla muy llamativa con Héctor ‘Tito’ Oreste. El ‘Negro’ era el más alto y yo el más bajito, pero nos complementábamos de tal manera que nos ponían marcaje individual en todos los partidos. Recuerdo que el promedio de él era de 30 puntos por partido y el mío, de 21. Oreste llegó a ser un gran técnico, incluso Seleccionador Nacional, al pasar los años”, evoca. 

En el sudamericano de Santiago, con mayor experiencia, con el apoyo del público y la descollante actuación del equipo, alcanzaron un honroso tercer lugar.

Tras su destacada actuación, los dirigentes de Bata de Peñaflor le ofrecieron el “Sueldo Vital” para que fuera jugador profesional, pero su padre le aconsejó que estudiara, porque la carrera era corta y por su baja estatura.

Lima 62’

El Sudamericano de Lima de 1962 sería su última incursión como seleccionado. “Arrasamos con Bolivia, le ganamos sorpresivamente a Argentina y le dimos mucha guerra a los peruanos. Justamente ellos, los dueños de casa, fueron los campeones, y nosotros volvimos a ser terceros”, repasa.

Tras ingresar a estudiar pedagogía en inglés a la Universidad Técnica del Estado, integró la selección de básquetbol en diversas giras, pero lo marcó la opción que tuvo de jugar por el equipo de fútbol en la Segunda División Profesional, junto a su hermano Enrique, el conocido cantante de boleros y tangos, debido a la crisis económica que vivía el plantel.

“Pero lo hice solo tres o cuatro partidos, porque me rompí el menisco interno de mi rodilla izquierda”, precisa.

Tras dejar la UTE, se matriculó en la Universidad de Concepción para estudiar periodismo, pero tras un año, se trasladó a la Universidad de Chile de Santiago y en 1965 fue colegiado por méritos como periodista, se casó, dejó el deporte y se enfocó en el periodismo.

En Chillán no jugó nunca con la selección, pero disputó partidos de exhibición en la Casa del Deporte en los veranos de 1961, 1962 y 1963, junto a sus hermanos Carlos y Enrique, Héctor Santiago Sepúlveda (el exprofesor del Insuco), su primo Walter Noé González, Guillermo “Willy” Martin Montenegro (ex técnico de Ñublense).

También en los veranos de Dichato conformó la Selección de Veraneantes de Chillán que enfrentaba a selecciones de Concepción y Dichato en la cancha que había en la estación de ferrocarriles. “La gente que acudía a esperar el tren de las 8 se divertía con estos torneos. Después de jugar, corríamos a la playa y nos bañábamos en las frías aguas dichatinas”, sentencia Miguel Ángel, el periodista que cambió los cestos por el micrófono y una grabadora.

 

 

Texto: N.Oses/R.Oses 

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