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Día de la Tierra

Agronomía UdeC

El Día de la Tierra que se instauró en 1970 en los EE.UU. reúne a millones de personas de todo el mundo para llamar la atención acerca de los problemas más acuciantes del planeta, partiendo por las emisiones globales de CO2, que ya están de nuevo por encima de los niveles previos a la pandemia, a pesar de todo lo que se habló sobre la “sanación de la naturaleza”.

En efecto, las imágenes que nos proporcionó la NASA el año pasado, donde se podía ver la disminución de gases contaminantes en la atmósfera, mientras que abajo, en los océanos, apreciábamos aguas más limpias y delfines y ballenas acercarse a costas sin humanos a su alrededor.

Sin embargo, solo fue un bello espejismo, pues el freno registrado por la actividad económica mundial -lo mismo que las restricciones de viajes, cuarentenas y otras medidas- no resolverá las amenazas ambientales de nuestro tiempo. Fue solo un episodio azaroso que nos ha demostrado los beneficios que experimentaríamos si dejáramos atrás el uso de combustibles sucios como el carbón, el petróleo y el gas natural.

No hay duda que la humanidad está aprendiendo grandes lecciones, a partir de una pandemia que nos marca una ruta de cambios que en otros momentos creímos imposibles, pero que hoy deben volverse parte de nuestros desafíos y prioridades para actuar.

2021 es decisivo para la protección de la naturaleza, pues este año los líderes mundiales tomarán decisiones políticas clave sobre la acción climática, el desarrollo sostenible y la naturaleza. En mayo próximo tendrá lugar en la ciudad china de Kunming la cumbre número 15 sobre Biodiversidad, que estaba prevista para octubre de 2020 y fue postergada por la pandemia. Ese encuentro, junto con la Cumbre sobre el Clima 202, que tendrá lugar en noviembre en Glasgow (Inglaterra), serán dos momentos cruciales para lograr un plan global ambicioso respecto al medio ambiente para transformar la relación de la sociedad con la biodiversidad y garantizar que, para 2050, se cumpla la visión compartida de vivir en armonía con la naturaleza.

En nuestro caso, que tenemos en la cordillera una de las zonas más ricas del mundo en biodiversidad vegetal, la enseñanza es poner mucho más atención sobre su alta vulnerabilidad producto de las transformaciones que están imponiendo actividades económicas como el monocultivo de plantaciones exóticas y la creciente actividad de explotación energética, que concentra la mayor parte de los proyectos de inversión ingresados a evaluación ambiental en Ñuble. Hemos aprendido que es posible disminuirla huella de carbono, también cómo descongestionar las ciudades y a saber escuchar a los científicos para tomar mejores decisiones. Pero lo más importante que hemos aprendido es que la agenda ecológica es impostergable, y en Ñuble nos impone grandes responsabilidades, que van desde cuidar un corredor cordillerano que posee una biodiversidad única en Chile, hasta impedir que siga aumentando la carga ambiental de comunas que injustamente quieren convertir en zonas de sacrificio, como ocurre con Chillán Viejo.

En momentos de tanta vulnerabilidad y aprecio por la vida, no perdamos la oportunidad de crear conciencia masiva sobe la necesidad de preservar este valioso ecosistema para las futuras generaciones. Sería una ganancia que perduraría más allá de la crisis sanitaria.

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