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Deuda con la ruralidad

Mauricio Ulloa

La ruralidad es un concepto que en Ñuble representa una realidad binaria, pues desde allí se explican altos índices de pobreza y subdesarrollo, pero también da cuenta de poderosos elementos identitarios y oportunidades de crecimiento económico.

No es un misterio que, históricamente, el mundo rural ha mantenido importantes brechas con los habitantes de las ciudades en ingresos, conectividad y acceso a servicios como educación, salud, electricidad, agua potable y alcantarillado, entre otros. De hecho, los fuertes flujos de migración campo-ciudad que se observaron en el siglo XX en toda la zona central de Chile dieron cuenta de un proceso socioeconómico que privilegió el crecimiento de las ciudades a partir del desarrollo industrial, primero, y de los servicios, después, en desmedro de las zonas rurales.

La gente del campo, vinculada principalmente al agro, fue testigo durante décadas de esa inequidad que aumentó las brechas a un nivel exponencial, lo que sumado a la pérdida de competitividad de los cultivos tradicionales, el escaso desarrollo tecnológico de la agricultura y el avance de las plantaciones forestales empujaron con fuerza a la población a emigrar hacia las ciudades, muchas veces para engrosar los cordones de pobreza urbanos.

No obstante, ese proceso parece haberse detenido, pues según las estimaciones y proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE), en 2035 la población rural de nuestra región se mantendría en un rango de 30%, el mismo que mostró el último Censo de 2017 (30,6%) y muy por encima del resto de las regiones del país, cuyo promedio de población urbana pasará de 83% a 90%, siguiendo un patrón de comportamiento observado en las últimas siete décadas.

En ese sentido, conviene advertir que hoy la brecha digital, por ejemplo, amenaza con convertirse en un nuevo factor clave de subdesarrollo e inequidad territorial. Hay 10 comunas donde la penetración de Internet residencial no supera el 2%, mientras que a nivel regional solo alcanza a 28% de la población, muy lejos del 50% de promedio nacional de conexiones a este recurso que hoy es clave para el desarrollo educativo y económico.

Basta con recorrer las comunas de la nueva región para advertir que la escasez de oportunidades laborales han despojado a pueblos enteros de su población joven, lo que en la práctica es un círculo vicioso que perpetúa la pobreza y el aislamiento, pues desde el punto de vista de las políticas públicas es mucho menos rentable socialmente invertir en zonas con menor densidad poblacional, pero por otro lado, si no se ejecutan inversiones públicas es muy difícil apalancar inversiones privadas.

Es hora de dejar de ver al mundo rural como una categoría residual y desde esa otra cara que tanto apreciamos, la de la identidad y condiciones geográficas y climáticas que han favorecido su vocación agropecuaria, construir una nueva mirada que sume capital humano calificado y tecnología para responder con innovación a los desafíos del siglo XXI, de manera que en un futuro no tan lejano podamos explicar no el atraso, sino la prosperidad de Ñuble a partir de su ruralidad.

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