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Desequilibrio natural

La abundancia de gases de efecto invernadero que retienen el calor en la atmósfera volvió a alcanzar un nuevo récord el año pasado, y la tasa de aumento anual registrada fue superior a la media del período 2011-2020.

Según el último Boletín de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) sobre los gases de efecto invernadero, la concentración de dióxido de carbono (CO2), el más abundante de los gases de efecto invernadero, alcanzó las 413,2 partes por millón (ppm) y se sitúa en el 149% de los niveles preindustriales. En cuanto al metano (CH4) y al óxido nitroso (N2O), sus concentraciones equivalieron, respectivamente, al 262% y al 123% de los niveles de 1750, el año elegido para representar el momento en que la actividad humana empezó a alterar el equilibrio natural de la Tierra.

Igualmente, los expertos concluyen que la ralentización económica causada por la pandemia del COVID-19 no tuvo ningún efecto evidente en los niveles atmosféricos de los gases de efecto invernadero ni en sus tasas de aumento.

A fines del año pasado, diplomáticos de casi 200 países acordaron en Glasgow que harían mucho más para combatir el cambio climático y limitar el incremento de las temperaturas globales a solo 1,5 grados Celsius por encima de los niveles preindustriales. Los científicos han advertido que rebasar ese umbral aumenta enormemente el riesgo de que se desaten desastres como olas de calor letales, escasez de agua y el colapso de ecosistemas. (La temperatura del planeta ya se ha incrementado 1,1 grados Celsius).

Chile se comprometió a reducir entre 30% a 45% la intensidad de emisiones de CO2 al 2030, lo que demandará fortalecer la institucionalidad en torno al cambio climático de la cual hoy carece el Estado y una legislación que pueda establecer un mercado de carbono y multas para aquellas empresas que no respeten los compromisos, deberían aplicarse multas con las que deberían financiarse acciones de mitigación y adaptación.

El programa del Presidente electo, Gabriel Boric, aborda en extenso los desafíos en esta materia y considera nuevos incentivos para la incorporación de fuentes renovables y limpias a la matriz energética.

En todo caso, más allá de las positivas intenciones del próximo Gobierno, lo concreto es que Chile tendrá que adoptar medidas de mitigación verificables, pues si ello no ocurriera, es probable que comencemos a sufrir consecuencias restrictivas en el comercio exterior, como castigo a la huella de carbono de nuestra producción.

Precisamente, en el caso de Ñuble la principal contribución tiene que ir de la mano de una agricultura y ganadería más sustentables que incluyan una reducción de las emisiones directas que provienen del dióxido de carbono (CO2), óxido nitroso (N2O) y metano (CH4), y también las indirectas, como la energía gastada en la fabricación de fertilizantes, en la producción y utilización de maquinaria agrícola y en el transporte de insumos y cosechas.

La Región de Ñuble debe proyectarse hacia un porvenir de bajas emisiones y a una industria agroalimentaria que si es capaz de acreditar su sustentabilidad tendrá abiertas las puertas de los mercados de todo el mundo y, al mismo tiempo, aportará a conservar la salud del planeta.

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