Close
Radio Radio Radio Radio

Convivencia escolar

Agencias

Durante los dos años de encierro producto del Covid-19 se produjo un debilitamiento de las relaciones sociales entre distintos actores escolares. Los estudiantes tuvieron menos contacto con compañeros y profesores, y con ello menos oportunidades de practicar sus habilidades sociales o desarrollarlas. Y eso se está notando tras el retorno a clases presenciales.

Según cifras de la Superintendencia de Educación, el 31% (393) de las 1.271 denuncias que habían ingresado a nivel nacional hasta el 22 de marzo de este año están relacionadas con maltrato a estudiantes. En Ñuble se han recibido seis, de establecimientos municipales y particulares subvencionados, de las cuales cuatro tienen relación con maltrato físico y psicológico entre alumnos y dos por maltrato físico y psicológico de adulto a estudiante.

Sin embargo, la “cifra negra” de casos que no se denuncian es mucho mayor, y más todavía si se incluyen episodios erróneamente considerados “menores”, como burlas, insultos y exclusiones.

Igualmente, sería un error pensar que la violencia escolar entró en pausa durante la pandemia. De hecho, se intensificó a través del ciberbullying y ahora se traspasó a la presencialidad, y de forma amplificada.

Es indudable que la situación reclama una atención especializada, así como la presencia de nuevos recursos psicopedagógicos y sociales, porque las raíces de los comportamientos violentos no están en la escuela, y se requiere trabajar con esa perspectiva.

En efecto, la complejidad de este problema da pie para elaborar algunas reflexiones de resonancia familiar y social. Estamos viviendo tiempos confusos, en algunos casos de una gran violencia que ha llegado a ámbitos tan alejados de ella como deberían ser las aulas.

El debilitamiento de la autoridad familiar es un primer punto. Los especialistas dicen que “el poder joven” ha ido creciendo y la autoridad adulta se ha ido debilitando, lo que promueve la gradual sustitución de los códigos que deberían regular la conducta de padres e hijos.

Esa misma falta de autoridad se ha venido produciendo en el sistema educacional. Hace tiempo que la relación entre docentes y alumnos se ha ido planteando de manera también simétrica, en muchos casos como si fueran compañeros que se tratan de igual a igual.

Además, lo que siempre conocimos como disciplina ha recibido una suerte de embate ideológico que la muestra como un modo de represión y las sanciones como un producto del autoritarismo, con lo cual no sólo se deforma el significado de las palabras y los criterios de acción, sino que también se crean condiciones para un estado de confusión, sin valores y anárquico.

Por fin, al profundizar en las causas del problema, no puede omitirse la influencia de una sociedad confrontacional en la cual abundan lamentables ejemplos de incumplimiento de leyes, que crea indirectamente una fuente de contagio e imitación. Esa es otra dimensión del problema, otros son los responsables y las rectificaciones que hacen falta.

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *

Leave a comment
scroll to top