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Contaminación en segundo plano

El nivel de ruido que hoy soportan chillanejos y chillanejas ha ido creciendo en cantidad e intensidad, como una consecuencia disfuncional del avance de la ciudad y su crecimiento, al punto que es la denuncia que más recibe la Superintendencia de Medioambiente en la capital regional. Más de doscientas cada año.

También es cierto que este tema ha pasado a segundo plano frente a otros problemas locales de salud pública y por lo mismo, no se ha dado una protección adecuada a la población ante el constante asedio del ruido, pese a que sus consecuencias afectan la salud, principalmente el funcionamiento circulatorio, nervioso y auditivo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), los ruidos llegan a constituir una segunda amenaza ambiental que nos acosa, luego de la polución atmosférica, el otro gran problema que sufre Chillán.

Sorprende, entonces, que a los trastornos que provoca esta forma de agresión no se le atribuya la suficiente importancia. Incluso el Plan de Desarrollo Comunal vigente -en éste como en otros temas, letra muerta- advierte que “durante los últimos años, la comuna de Chillán ha tenido un alza en los niveles mínimos de contaminación acústica”, producto principalmente del aumento del parque vehicular, pero también de una odiosa costumbre de poner música a alto volumen en los espacios públicos.

Numerosos estudios han demostrado que los padecimientos de quienes se ven sometidos a ruidos excesivos pueden clasificarse en efectos a largo y a corto plazo. Entre estos últimos, tensión muscular, los cambios en la circulación periférica y hasta la elevación de la presión arterial. Entre las afecciones a largo plazo se destaca el estrés, con el consecuente riesgo cardiovascular que implica.

¿Qué se hace hasta ahora con el ruido que aumenta en Chillán? Existe una norma que deben cumplir los automotores para no sobrepasar los niveles tolerables de contaminación acústica, pero carece de suficientes controles. Asimismo, el gobierno local cuenta con sonómetros para monitorear el ruido, pero se requiere ir más allá e instalar estaciones medidoras destinadas a la elaboración de un mapa acústico de la comuna. Esa evaluación permitiría, entre otras cosas, crear una herramienta para conocer los problemas, dónde se producen y qué acciones pueden instrumentarse en cada caso.

Aunque la mayoría de los ciudadanos desconoce los perjuicios concretos, y muchas veces irreversibles, que produce un nivel alto de ruido, ninguno es ajeno a las molestias inmediatas provocadas. Por consiguiente, resulta necesario incentivar la preocupación sobre el ruido ambiental, ya que si bien es cierto que gran parte es provocado principalmente por los medios de transporte, muchos de los ruidos que se oyen son producidos por las conductas de quienes también los padecen, como tocar la bocina y oír música a alto volumen.

Las autoridades, en tanto, debe seguir buscando urgentemente respuestas preventivas y correctivas, capaces de ir reduciendo el nivel de ruido que hay en el espacio común, y promover reglas de convivencia que sean respetadas por todos, para garantizar el cumplimiento de las normas existentes e implementar las que sean necesarias, para evitar daños en la salud y en la calidad de vida de los chillanejos.

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