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Competencias básicas

Existe una necesidad quizás tan o más importante que la educación escolar formal que permanece oculta y que es consecuencia directa del sistema educacional. En estos últimos años, la OCDE y otras organizaciones han comenzado a poner énfasis en el analfabetismo funcional, que representa a la gran cantidad de adultos que no entienden lo que leen o que no son capaces de resolver operaciones numéricas básicas.

Esta población, si bien cuenta con conocimientos elementales, en la práctica no está en condiciones de desarrollarse, lo que representa una importante limitante en una sociedad cada vez más global y tecnologizada.

A pesar del aumento de cobertura curricular de estas últimas décadas, las tasas de analfabetismo funcional en los adultos se han mantenido en los últimos 15 años. Por lo mismo, un objetivo estratégico nacional debiera ser el posibilitar que todo chileno adulto cuente con las competencias básicas como un foco especial para lograr un desarrollo pleno en su vida personal, social y laboral. Y si bien en Chile 3 de cada 4 estudiantes que terminan la enseñanza pública egresan como analfabetos funcionales, no se cuenta con una regulación específica que incentive el desarrollo de estas competencias.

Los esfuerzos que realiza el país en capacitación no se hacen cargo que un alto porcentaje de los participantes en esos programas no cuentan con los fundamentos mínimos para absorber nuevos aprendizajes. Por otro lado, si bien han existido esfuerzos y organismos preocupados de promover y aumentar las competencias laborales de los trabajadores, sus marcos de acción se han limitado a las competencias específicas relacionadas con cada sector productivo.

Así, el conjunto de competencias básicas que preceden cualquier competencia específica, y que son transversales a todos los sectores productivos, en Chile está “en tierra de nadie”. Bien lo dijo el economista Joseph Ramos: “Si queremos generar ganancias de productividad y mejores condiciones laborales para nuestros ciudadanos, es necesario que afinemos nuestro diagnóstico, y en base a ello desarrollar una estrategia de corto y largo plazo que fortalezca las competencias y habilidades de chilenos y chilenas en las distintas etapas de su formación: escolar, superior y en el trabajo”.

Es tarea de todos entonces formar mejores trabajadores en estos tiempos que no solo traen nuevos desafíos, sino que también nuevos espacios de oportunidad con metodologías y sistemas apoyados por tecnologías que permiten hacerse cargo en forma masiva y personalizada a la vez de este desafío. Si verdaderamente aspiramos a un país que entregue igualdad de oportunidades y aumente la productividad para ser más competitivo, pocos proyectos tienen tan alta rentabilidad social como poner foco en diagnosticar y nivelar las competencias básicas de los adultos.

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