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Comercio ilegal

Cristian Cáceres

¿Qué ocurre en Chillán, que cada día se parece más a ciudades de países subdesarrollados, donde el comercio informal es la regla?

El reclamo de los comerciantes chillanejos es muy cierto en muchos aspectos, ya que en realidad el comercio ilegal -ejercido por nacionales y extranjeros- sigue proliferando y la promesa de ordenar nuestra ciudad con oportunidades para emprendimientos formales, es una decepción que se arrastra por más de 30 años.

Desde la década de los 90, sucesivos alcaldes y gobiernos comunales han prometido mucho más de lo que han logrado cumplir y la crisis sanitaria más importante de los últimos cien años, provocada por el coronavirus, ha favorecido la proliferación de vendedores callejeros y una competencia que es desleal con el comercio establecido, pues encubre un negocio operado por mayoristas que abastecen a estos vendedores, que en la práctica actúan como comisionistas, y que a diferencia de lo que ocurre en las empresas, no cuentan con cotizaciones previsionales ni seguro de salud, costos que en el largo plazo terminará pagando el Estado, es decir, todos nosotros.

Además, este comercio no paga impuestos ni patentes, lo que permite ofrecer productos a muy bajo precio, aunque de dudosa calidad. Y como si fuera poco, respecto de ellos no opera el Sernac ni ninguna institución que regule su funcionamiento.

Frente a esta argumentación, hay gente que defiende a los vendedores ambulantes y apela a factores sociales para reclamar que se les deje tranquilos, basados en que “todos tienen derecho a trabajar”, sobre todo en medio de los estragos económicos la pandemia y un persistente alto desempleo en Chillán. Sin embargo, esas mismas razones permiten en otras latitudes justificar el tráfico de drogas y otros negocios ilícitos, sin considerar que el comercio es el gran motor generador de empleos en la capital de Ñuble, y por ende, el mayor perjudicado con el comercio ilegal, cuyo rasgo distintivo no solo se verifica en la evasión impositiva, sino también en la ocupación de espacios públicos, la connivencia con proveedores clandestinos y la resistencia a ser fiscalizado.

En el último tiempo se advierten esfuerzos desde el municipio por superar las fallas en la coordinación y distribución de las responsabilidades en el ejercicio de una acción eficaz, que repare las omisiones o ineptitudes del pasado.

Existiendo real voluntad y liderazgo, desde la Municipalidad se puede avanzar mucho, aunque siempre será insuficiente si cada uno de nosotros no contribuye a romper un círculo vicioso alimentado por la complicidad de aquellos proclives a consumir todo lo que se comercia ilegalmente, y que torna imposible la continuidad de muchos negocios legalmente establecidos.

Solo de esta forma, podremos devolverles la tranquilidad a los ciudadanos, fortalecer la economía y el desarrollo local, y construir una ciudad segura y ordenada en la cual todos se sientan orgullosos de vivir.

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