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“Civitas” agobiada

Los seres humanos tendemos a pensar la ciudad en términos de gratificación o de conflicto. O nos agrada, acoge, nos estimula; o nos rechaza, es negativa, se cierra a nuestra sensibilidad. Esto último ocurre hoy con buena parte de ella. En cierto modo Chillán pasa por nosotros sin que percibamos sus matices e inflexiones, incapaces de apreciarla en su real valor.

Y en ello mucho tiene que ver el tipo de “desarrollo” que nos hemos dado. En su extensión, la ciudad ha crecido de manera desordenada, al compás de intereses privados El cuadrante tradicional hoy es reflejo de la decadencia modernista que también se aprecia en otras ciudades donde la identidad arquitectónica es subvalorada, y el ornato suena a palabra añeja para sus habitantes, que muestran escasa preocupación por el cuidado de las pocas áreas verdes y otros espacios públicos que existen.

De hecho, existen aún 300 mil metros cuadrados (30 hectáreas) de vertederos ilegales de residuos sólidos, esto es, sitios conocidos y catastrados por las autoridades donde la población deposita todo tipo de desperdicios y que se transforman además en polos de generación de roedores y vectores dañinos para la salud.

Detrás de esa inconducta hay una cuota de responsabilidad de la autoridad, por la levedad de las sanciones y controles, pero su origen es en gran parte imputable a la falta de educación cívica de los propios vecinos y usuarios de esos lugares.

Algo similar está ocurriendo con nuestro comportamiento al volante. El desgaste emocional que produce enfrentarse al laberinto del tráfico que existe a ciertas horas en algunos sectores de Chillán se está traduciendo en reacciones cada vez más violentas, y que también debería llamar a meditar sobre la responsabilidad de acatar normas que garantizan una razonable convivencia. De hecho, resulta preocupante constatar cómo en muchas personas está aflorando un instinto de dominio y prepotencia propia de urbes estresadas, marcada por gestos ofensivos e imprecaciones, nada más alejados de la cortesía que siempre nos ha caracterizado.

La sociología moderna reconoce que hay diferencias entre ciudadanos, dependiendo del ambiente urbano en el que transcurre su vida individual y familiar. Esas diferencias no se refieren a capacidades personales, sino que pertenecen al modo de convivir en la ciudad, al modo de interrelacionarse con los otros, al modo de hacer suyo lo público, al modo de ocupar la “civitas¨. Es una diferencia parecida a la que se establece en términos de naciones desarrolladas y de menor desarrollo. Chillán, qué duda cabe, debe -y merece- insertarse en la primera.

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