Señor Director:
Chile se encuentra en la encrucijada de tres caminos: el maximalista, el socialdemócrata y el minimalista.
El maximalismo, con pretensiones refundacionales, juega con las ilusiones de convertir el país en una democracia asambleísta. Con una lectura rousseauniana estrecha aparece, por ejemplo, la teoría del poder popular constituyente defendida por Gabriel Salazar y afines.
Al medio, aparece la socialdemocracia, la que abraza el tránsito hacia un Estado social de derechos bajo un régimen capitalista reformista. Aparte del centro, un importante grupo de la derecha social aprueba hoy esta vía.
Finalmente, a la derecha aparece el minimalismo tradicionalista. Este es representado por una derecha economicista que no ve motivos de reforma a los pilares de nuestra estrategia de desarrollo.
La opción Apruebo se manifiesta como preferencia en maximalistas y socialdemócratas, pero los futuros imaginados de ambas tendencias, no pueden ser más disímiles. En estrictos términos de desarrollo, la vía reformista siempre traerá menos incertidumbre y mayor afinidad a la búsqueda de reglas estables y claras. La vía maximalista, en cambio, es capaz de sacrificar todo lo logrado con tal impulsar entelequias rimbombantes y mesianismos políticos. Sobre esto último, vale la pena volver a historiadores como Jacob L. Talmon, para así captar la colosal dimensión del desafío institucional que tenemos a la vuelta de la esquina y que se tomará el debate de las ideas.
Camilo Barría-Rodríguez
