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Carta a Jaime Mañalich

Estimado Don Jaime, he decidido escribirle esta carta por varios motivos. En primer lugar, usted es médico al igual que mi padre y mi hermano menor, es más tiene la misma edad de él. Luego, al igual que yo, usted estudió en una escuela con número y más tarde en la Universidad de Chile. En realidad, estudió en dos escuelas con número, en la Escuela Nº 48 de Ñuñoa, y luego en el Liceo Experimental Manuel de Salas. En 1972 ingresó a estudiar medicina en la Universidad de Chile, donde compartió aulas con quien sería después la presidenta Michelle Bachelet.

Es hijo igual que muchos de muestra generación de la educación pública, gratuita y de calidad, y se le nota sabe, no es apijado. Es más, no solamente pone sin problemas el pecho para las balas, sino que además a veces es un poco amatonado. Será porque se formó por allá en Ñuñoa donde era sin llorar, como en la política, o porque desde niño tiene un solo riñón y no tiene bazo. O porque su señora tiene dos pulmones trasplantados y por lo tanto junto a usted están en la mira del maldito coronavirus.

Lo cierto es que le tocó bailar con la fea, mejor dicho, con el Covid-19, y parece que el traje de comandante en jefe a cargo de la guerra contra un enemigo poderoso e invisible (este sí que es cierto, no como el que imagino su jefe Sebastián en el estallido social), es un traje hecho a su medida. Que miente, que manipula las cifras, que practica el secretismo, que no entrega información, que se da vueltas de carnero, que es frontal y poco empático, que sus chistes tienen poca gracia. Nada le hace mella, y todos los días cumple como si fueran acciones de la bolsa, con el rito de entregar las cifras del avance de la pandemia. Y lo hace junto a la subsecretaria Daza. Ella menuda y de modales suaves y usted más grueso y frontal de temer no pocas veces. Parecen una versión sanitaria de la Bella y la Bestia.

Lo cierto que contra todo pronóstico las cifras hasta aquí son menores a las previstas, y usted cuando eso se hace evidente, saca más pechuga que nunca, para irritación de quienes quieren velo caer, sin importar que el objetivo final es uno solo, derrotar el coronavirus. Don Jaime quiero que sepa que soy opositor al gobierno, pero en este período he decidido una tregua unilateral, porque creo que la que debe hablar es la ciencia, y Ud con su delantal blanco representa eso, en su estilo a su manera, pero la representa. Y a los chilenos nos gusta que en temas de medicina y salud pública nos hable un médico y no un político. Por eso no deje que las explicaciones las dé su jefe, la gente le cree poco. La autoridad en esta batalla, contra un enemigo poderoso e invisible, es usted y a usted le escuchamos y le creeremos, o queremos creerle, aunque a veces nos cuesta. Pero usted es el que manda junto a su equipo, y si les va bien a todos nos irá bien.

Una última sugerencia: la gente en Chile en materia de salud le cree y obedece, como ya lo señalé, a los médicos con delantal blanco, usted lo sabe mejor que yo. En muchas regiones los voceros son las autoridades políticas, pues bien, o los reemplaza de una vez por un profesional del área de salud o les pone delantal blanco a los intendentes.

Bueno ministro, le manifiesto que por mi parte, soy disciplinado, me lavo las manos, uso mascarilla, mantengo la distancia social y me preocupo que otros también hagan lo mismo. Por último, déjeme decirle una cosa, usted es como los entrenadores de Argentina en los mundiales de fútbol, si gana será un héroe planetario cómo le gusta decir, pero si pierde creo que le espera el infierno. Se lo digo con conocimiento de causa.

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