Señor Director:
En la edición del lunes 24 del presente Ud. analiza en la editorial el sapital humano y las soluciones siempre están en la misma dirección. Lo que significa para la ciencia económica hombre-recurso, sirve si tiene dinero y sabe o conoce un proceso productivo.
Con esta forma de abordar el problema han pasado años y la consecuencia es que Ñuble ha pasado a engrosar la lista de las ciudades con más alto desempleo de Chile. Es decir, cada vez más pobre en circunstancia que es la más rica del país.
Les sugiero que la forma de abordar el problema es cambiando el objetivo para lograr el desarrollo y crecimiento, el ser humano debe ser el motor y gestor de la actividad y no el recurso, se debe maximizar al hombre poniendo los recursos: capital, natural y tecnológico a disposición de su capacidad y potencial.
Para revertir la tendencia es necesario tener la visión de lo que es Ñuble. Por génesis, historia y tradición, es una urbe de creadores, organizadores, investigadores y habitantes con un alto potencial y capacidad para la innovación y la creación.
Si por naturaleza se tienen esas características lo lógico es ser proactivo y crear un plan, proyecto, estrategia, política y objetivo que permita lograr el desarrollo y crecimiento de Ñuble basado en la capacidad y potencial del hombre y no estar esperando que cambien las condiciones estacionales, personales, gubernamentales o planes de capacitación para conseguirlo.
Si la capacidad y el potencial del hombre de Ñuble es la palanca de desarrollo y crecimiento, entonces se debe estudiar, analizar, asignar e implementar el recurso capital y natural para lograr la máxima capacidad y el máximo potencial del hombre y como resultado se tendrán productos para intercambiar o vender a nivel nacional o internacional, una educación en técnicas productivas, avances tecnológicos y se logrará el desarrollo y crecimiento, con la creación de riqueza y su distribución; sin desempleo, sin marginalidad, sin pobreza y lo más importante con la integración del hombre y mujer en plenitud de sus facultades.
Jorge E. Troncoso Henríquez