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En los nueve primeros meses del presente año ingresaron 21 proyectos al Servicio de Evaluación Ambiental (SEA) de la Región de Ñuble, los que totalizan una inversión proyectada de 401,6 millones de dólares, cifra que supera ampliamente los 14 proyectos por US$126,8 millones que se presentaron a evaluación entre enero y septiembre de 2018. En otras palabras, el número de proyectos aumentó en 50%, mientras que la inversión total creció un 216%.
Para los expertos, hay aspectos asociados a las favorables expectativas que tienen los inversionistas y que derivan de la creación de la nueva región. Igualmente, hay bastante coincidencia que la relevancia que han adquirido los proyectos energéticos es positiva, por cuanto se trata de energías renovables no convencionales que posicionan a Ñuble como un importante centro neurálgico en esta materia.
Sin embargo, con la misma claridad, los especialistas advierten que aún es prematuro hablar de una reactivación sostenida de la inversión regional, como también que debe preocuparnos la pobreza de proyectos en los dos sectores de mayor identidad, como son la agroindustria y el turismo.
Al respecto, conviene poner atención en los factores que están incidiendo en la débil atracción de inversiones en estos sectores y que no solo tienen que ver con promocionar las ventajas del territorio, sino también con abordar aquellas deficiencias estructurales que impiden a la región convertirse en un destino atractivo para los inversionistas.
Y es que más allá de contar con características geográficas favorables para el desarrollo agropecuario, agroindustrial y turístico, el déficit de infraestructura vial y de riego, de conectividad digital y de capital humano calificado, hacen difícil la misión de conquistar capitales o de empujar el emprendimiento local en esas áreas estratégicas.
Por ello, líderes de los sectores público y privado de la zona han sido enfáticos en plantear la necesidad de impulsar inversiones públicas que sean capaces de apalancar proyectos privados. Eso, como un primer paso. Sin embargo, la deficiente capacidad profesional de la mayoría de los municipios para postular proyectos bien formulados a financiamiento estatal constituye una debilidad estructural que también hay que abordar, si se quiere poner a todo Ñuble en el mapa de los inversionistas y tener un desarrollo territorial equilibrado.
Por otro lado, si bien son escasas las herramientas que existen a nivel regional y comunal para generar incentivos directos, como las exenciones o rebajas tributarias, éstas no se usan. Por ejemplo, los 21 municipios cobran la tasa máxima de gravamen por patente comercial, es decir, 0,5% del capital propio, pudiendo rebajar dicho impuesto a la mitad.
La realidad muestra que si bien hay un aumento de la inversión privada en Ñuble, no necesariamente significa que los inversionistas abandonen la cautela con que miran las proyecciones de la nueva región. Ello supone un esfuerzo de promoción continuo y de gran envergadura, lo mismo que un liderazgo que logre sumar a los actores económicos en torno a esta compleja misión de atraer nuevas inversiones. Un esfuerzo ineludible para una región que no puede ni debe condenarse a vivir en un rezago crónico.