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Vaya a votar mañana

Mauricio Ulloa

Un paso clave en el proceso democratizador del país se dará este domingo, cuando elijamos (entre el socialista Óscar Crisóstomo y el gremialista Jezer Sepúlveda) al primer gobernador de la Región de Ñuble, que reemplazará al, hasta ahora designado, intendente regional.

Esta nueva figura se inspira en la idea de otorgar representatividad a los habitantes de la región en la toma de decisiones, y por eso dentro de sus tareas está un asunto de tanta relevancia como es la elaboración del presupuesto regional y la formulación de políticas y programas de desarrollo. Bajo este mismo atributo de representatividad, también se espera que abra nuevos espacios de comunicación y trabajo con la sociedad civil.

Obviamente, no puede desconocerse el papel desempeñado por quienes, aunque designados, han ejercido tal función con sentido regionalista, pero se abre un nuevo escenario que facilitará, sin duda, el tener una representatividad más amplia de los habitantes de cada región y, con ello, lo más importante, se salva uno de los últimos enclaves antidemocráticos de nuestro régimen político.

Por eso resulta muy preocupante conocer las proyecciones de analistas y de los propios partidos, que han estimado que durante la segunda vuelta la concurrencia a las urnas podría sufrir una merma de hasta un 50%, teniendo en cuenta que esta votación no irá aparejada de las elecciones municipales o de convencionales constituyentes, como el pasado 15 y 16 de mayo, ocasión en la que votó un 42,7% del padrón de la región. Además, se trata de un cargo nuevo, que pese a la difusión que ha tenido en medios de comunicación regionales, está ausente en la TV abierta y medios de prensa nacionales, bastante alineados con los poderes fácticos que han resistido por décadas la transferencia de poder a las regiones.

En este especial momento de su historia, la región de Ñuble necesita una ciudadanía comprometida con la suerte de las autoridades que están llamadas a gobernarla, y que por primera vez serán electas democráticamente.

Es comprensible que abunde apatía, desconfianza y desencanto ante las instituciones políticas. Sabemos también que entre los factores de este estado sicológico, figura el desempeño de los líderes políticos y una percepción de injusticia social, pero también un marcado individualismo de la sociedad, que ha relegado a un último plano la mirada colectiva y del bien común.

Una sociedad poblada por individuos ensimismados en las propias cuestiones personales y desinteresados de los asuntos públicos no podrá sorprenderse ni quejarse si su propio futuro, y el de sus hijos y sucesivos descendientes, resulta dilapidado por malos gobernantes. No se puede vociferar la voluntad de vivir en una auténtica democracia, si el ciudadano se abstiene por comodidad, o por cualquier otra anestesia moral, de involucrarse en los acontecimientos políticos en los cuales puede adquirir relevancia con el voto. Ha llegado la hora de que se aliste de manera activa a favor de la que considere la mejor de las dos opciones. No basta con tomar distancia de lo peor. Mañana vaya a votar.

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