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Una mejor ciudad

Los chillanejos dejamos de lado, por lo general, la misión de pensar la ciudad desde las perspectivas del mediano y largo plazo. Esta actitud se puede explicar por las exigencias y demandas del presente, cargado de dificultades, pero no puede ser argumento, ni menos justificación, para quienes tienen la misión y el poder de encarar los grandes problemas estructurales de Chillán con una visión de largo aliento.

Lamentablemente, la historia reciente nos revela que buena parte de las dificultades que hoy tiene la ciudad -como el desempleo estructural, el deterioro urbano, el déficit de áreas verdes y el caos vial- fueron no solo advertidas, sino que también se entregaron soluciones para evitarlas o enfrentarlas. El problema es que tales recomendaciones o fueron desoídas, o se estrellaron con problemas de gestión y financiamiento.

Y precisamente por la prolongada ausencia de respuestas para el desarrollo de la comuna, la próxima elección municipal -que marcará el fin del ciclo de la actual administración que encabezó por 12 años el alcalde Sergio Zarzar- cobra especial importancia, pues se espera que su sucesor o sucesora impulse nuevos y claros lineamientos que deberían abarcar un amplio espectro de temas y propuestas.

¿Queremos una ciudad eje de la Región de Ñuble? ¿Queremos una ciudad competitiva que favorezca el bienestar, la calidad de vida, impulsando el desarrollo productivo a través del turismo y su gran activo, las Termas de Chillán? ¿Queremos una ciudad con industrias y servicios con alto contenido de innovación y capital intelectual? ¿Queremos una ciudad que ofrezca excelencia en la prestación de servicios, en especial de salud y educación, conservando su rico patrimonio histórico cultural y preservando el medio ambiente?

¿Cómo se consigue hacer realidad esa visión? La siempre útil experiencia comparada sugiere promover una articulación entre el gobierno local, la sociedad civil y el empresariado.

Ahora bien, dicho espíritu será estéril si el futuro gobierno comunal -y quien lo lidere- no asume el compromiso de convertir en realidad esas positivas orientaciones y cae en la tentación del “cortoplacismo”. Si por causa de la falta de liderazgo y convicciones sigue haciendo más de lo mismo, relegado al secundario nivel de propuestas meramente voluntaristas, seremos nuevamente testigos del despilfarro de recursos y, sobre todo, de una oportunidad de cambiar y mejorar .

El riesgo siempre está, pero un punto a favor es que éste es uno de los pocos temas que admiten ser examinados fuera de las trincheras partidarias que normalmente hacen naufragar los proyectos colectivos.

Obviamente, el próximo alcalde o alcaldesa surgirá de una contienda electoral, pero ello no puede ser excusa para que quien resulte electo (a) realice un esfuerzo honesto para sumar miradas diferentes con miras a conseguir el bienestar general.

Hay aquí un campo fértil y promisorio para una inédita experiencia de auténtica convergencia ciudadana: la mejor ciudad posible es la que podemos construir entre todos y todas.

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