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Sinvergüenzas

Señor Director:

Se llama sinvergüenza a quien no tiene vergüenza, así de sencillo, pero el concepto adquirió con el tiempo un significado mayor: Conducta inaceptable.

Que el 84% de las pensiones alimenticias no se paguen, constituye, por cierto, una conducta inaceptable. Padres abandonan sus hogares por variadas razones.

No es el caso entrar en este complejo tema. El caso es que se van sin cumplir obligaciones elementales: alimentar, vestir, educar y atender la salud de sus hijos. Miles de mujeres deben enfrentar solas esta colosal tarea, mientras los señores discurren variados subterfugios para no pagar las pensiones que la ley establece. El monto de estas deudas ha llegado a tal punto que ha despertado, por fin, la conciencia nacional.

El gobierno ha presentado al Congreso Nacional un proyecto de ley que marca un giro histórico para la protección de la madre y los hijos. Los señores entrarán en un registro de morosos que les impedirá obtener licencias para manejar, pasaportes para viajar, descuentos obligatorios de empleadores, retención de parte de créditos bancarios y otras tantas medidas que harán prácticamente imposible que los “sinvergüenzas” sigan burlando obligaciones. Conozco un caso en el que un señor, con la complicidad de un amigo y de su empleador, se paga con boletas a otro nombre para mantener su condición de cesante cuando la justicia lo ha requerido.

Llama la atención que una ley que apunta a proteger a los niños no haya merecido el aplauso de una oficina cuya función es protegerlos y no instarlos al movimiento revolucionario, como ocurrió hace poco. Llama más la atención aún, que una ley que liberará a miles de mujeres de cargar sobre sus espaldas con toda la familia, no haya merecido ningún comentario de agrupaciones feministas tan enérgicas para condenar la situación de las mujeres en el “modelo neoliberal”.

Y no digamos el silencio de la CUT que nunca se ocupó de exigirle a los “trabajadores” cumplir con sus hijos y tampoco de proteger a las mujeres abandonadas.

Pareciera que para algunos lo que importa no es si las cosas se hagan bien o se hagan mal, sino ignorar por razones ideológicas y, por las mismas, negar la sal y el agua. No camino por la misma vereda que los gobernantes, hace muchos años que lo hago por la ancha calle de la República y, por lo mismo, no tengo ningún complejo para aplaudir lo bueno con la misma fuerza que critico lo malo, como me parece que es la increíble incapacidad para mantener el orden público.

Alejandro Witker Historiador

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