En enero pasado, el artista Rodrigo Vidaurre sufrió un accidente cerebrovascular que lo dejó al borde de la muerte. Casi 11 meses han pasado desde que a Rodrigo le cambió la vida y contra todo pronóstico, ya logró doblarle la mano al destino. Hace un mes regresó a hacer clases al Liceo Bicentenario Polivalente de San Nicolás, tras reaprender a caminar y a comunicarse. El desafío estos últimos meses ha estado enfocado en recuperar la movilidad de su mano derecha para volver a lo que más le apasiona, el dibujo hiperrealista. Mientras eso ocurre a través de terapias y ejercicios, su mano izquierda se ha convertido por estos días en su mejor aliada. Gracias a ella pudo volver a retomar el lápiz grafito y cada día mejora su habilidad para dibujar.
“El año 2018 había sido un muy buen año, con exposiciones en Chillán, Concepción y Laja, lo que me abrió el camino para hacer clases en el liceo. El accidente llegó de un minuto a otro, la madrugada del 20 de enero. Esto me redujo a cero, tuve que aprender a caminar, a hablar. Y en este sentido agradezco el gran apoyo que me dio el liceo. Regresé con mis alumnos hace un mes, algo que sin duda contribuirá en mi recuperación, sobre todo emocional”, dice.
“Cuando ocurrió el accidente yo estaba con proyectos para este año, con mucho ánimo haciendo mis clases, trabajando con mis alumnos. Este periodo me sirvió para aprender cosas nuevas como persona. Pero además, descubrí cosas que no sabía como lo que puedo lograr ahora con mi mano izquierda. Desde mayo pasado pude comenzar a perfilar dibujos a través de ellas. Los médicos se sorprendieron al ver que pude traspasar la habilidad de una mano a otra, solo por el tesón de querer volver a dibujar, porque esto es mi vida”, precisa.
Al regresar al Liceo de San Nicolás, Rodrigo no lo hizo solo, sino que llegó con la muestra que el año 2018 había itinerado por la región para que la comunidad educativa se sintiera parte de su trabajo. “Me ha ayudado mucho regresar a las clases desde el punto de vista anímico y mental, porque si bien el cuerpo se va recuperando a través de un proceso lento, el aspecto psicológico juega mucho en contra. Era necesario sentirme activo y capaz, reafirmar que puedo entregar lo que sé, y lo que más me apasiona. En este sentido, no pierdo la esperanza de retomar mis lápices y volver a ser como antes”, agrega.
“Este ha sido un tiempo de aprendizaje, de probar la valentía, la paciencia. A veces uno cree que tiene estos valores, pero no se hacen carne hasta que se viven. También me ayudó mucho el cariño que he tenido de mi familia, desde el primer día, junto al de mis alumnos y colegas. En algún momento se nubla todo, no ves la luz al final del túnel, pero ya salí y sigo en esto que me gusta y me apasiona, espero recuperarme y seguir trabajando en el área del realismo”, advierte en la esperanza de retomar pronto su vocación. “En eso estoy, trabajando duro”, agrega.