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Reos consiguen contrato laboral para lograr la reinserción social trabajando en la construcción

Cristian Cáceres

Había una vez, un niño que soñaba con ser futbolista. Pero de los buenos, buenos, tipo Ronaldinho. Y a diferencia de esos billones de niños que sueñan lo mismo, este era bueno. Pero bueno, bueno.

Lo suficiente como para ser el niño más querido de toda su familia, que lo motivó a seguir este idílico camino a la gloria, porque de verdad soñaban con que iba a ser famoso, que iba a ser ídolo de multitudes…que los iba a sacar de esa pobreza consuetudinaria, esa que se hereda. La que agarra con furia y nunca suelta.

A punta de goles llegó a cadetes de Ñublense, luego pasó el duro colador de las inferiores de Huachipato. Y la esperanza crecía vigorosa, sobre todo cuando llegó al Unión Temuco del Matador Salas y su nombre, a sus 17 años, ya era parte de una nómina oficial, de esas que salen en Google y en la página de la ANFP. Su nombre, Jonathan Burgos, estaba en la misma lista que otros cracks como Robin Melo (hoy en La Serena) o el temible delantero Matías Donoso.

“Pero cuando cambian al técnico, todo cambia. Debes esforzarte de nuevo para convencer, porque no te conocen. Al año siguiente llegó el profe Cantillana, y dijo que a todos los juveniles no nos iba a ocupar y nos quitaron los contratos”, cuenta hoy Jonathan a sus 28 años, sentado en la sala de clases de la cárcel de San Carlos, donde desde hace cuatro años cumple una condena por robo en lugar habitado.

“Se me vino el mundo abajo”, reconoce. “Mi familia era muy pobre, no tenía ni para comprarme zapatos de fútbol y yo tenía que esperar a que terminaran de jugar las series menores para ver si alguien me prestaba los suyos para poder jugar”, agrega.

Nunca antes había delinquido, pero “esa frustración de no cumplir con tus sueños y los de mi familia, me hizo caer en un pozo del que es difícil salir. Y terminé haciendo lo que hice”.

No es difícil creerle cuando dice “no todos los que están acá son personas malas”. Y ojo, que también dice que allí dentro se ha encontrado con otros exfutbolistas.

Ricardo el laburante

Jonathan hoy es titular en una nueva oncena. Una que marcha invicta a la fecha.

Es un equipo lleno de jugadores “picados”, que buscan una revancha, y no en el fútbol, sino en la vida. Son 11 internos escogidos con pinzas, entre los de mejor conducta, entre los que tenían genuinas ganas de trabajar y bajo la supervisión del capitán Agustín Gutiérrez, alcaide de la cárcel sancarlina, formaron una escuadra de trabajadores, de esos con contrato indefinido, con AFP e Isapre, horario normal de trabajo. Y lo mejor de todo, en medio libre.

Se trata de un anhelado sueño de Gendarmería Regional y que conforme al director regional de la institución uniformada, coronel Gonzalo Espinoza, “se llegó a un acuerdo con una empresa de San Carlos (Constructora Incopalh, Ltda) y en primera instancia logramos que nos dieran cinco cupos para contratar trabajadores de la población penal para este mes de enero. Nos dieron los criterios y perfiles que buscaban, una vez seleccionados, se les hicieron capacitaciones y comenzaron a ir a trabajar, es decir se les saca de la cárcel para que vayan a trabajar, lo que es muy novedoso, aunque, evidentemente, con constante fiscalización y supervisión”, dice.

La experiencia de ese primer mes fue lo suficientemente convincente como para que desde la misma empresa, solicitaran cinco trabajadores más. Y el número 11, encontró un cupo en una constructora de Chillán.

Para Gendarmería Regional lo anterior representa una evidencia concreta de que “es totalmente posible apuntar a desarrollar sistemas penitenciarios orientados a la reinserción laboral, es decir, generar un centro de reclusión en que los condenados encuentren una real oportunidad de estudiar, capacitarse y salir, si todo marcha bien, hasta contratados por alguna empresa para poder salir a trabajar y no a delinquir”.

La referencia al proyecto de la futura (e incierta) cárcel de Chillán es evidente. En los últimos y siempre fallidos intentos gubernamentales por encontrar un lugar para asentarla sin encontrar una oposición vecinal que no se han atrevido a vencer, siempre se habló de una cárcel modelo, una que realmente pusiera a prueba las capacidades rehabilitadoras del sistema. Y no pocos dudan del proyecto y, honestamente, de los prospectos a rehabilitar.

“Yo nunca antes había trabajado, porque cuando estás metido en la delincuencia, eso es mal visto, te puede traer problemas, incluso”, dice Ricardo Moya, preso por robo en lugar habitado.

Ha pasado 16 de sus 40 años preso y aún le quedan dos más para salir. Tras 15 años encerrado, le dieron la posibilidad de continuar su condena en libertad vigilada. “Pero como salí sin nada que hacer, volví a delinquir y se me revocó el beneficio”, explica.

Ricardo dice que a los “laburantes” –como le llaman en el hampa a quienes trabajan- los menosprecian cuando caen presos y eso significa una cantidad suficiente de desventajas como para siquiera pensar en un empleo formal.

¿Cómo salir entonces? “Con el apoyo de la familia, no más”, dice.

“Ya me cansé de pasar por lo mismo siempre. Al final, lo único que tienes es tu familia y lo que ellos digan es más importante que lo que te pueda decir nadie más, y ellos me pidieron que siguiera esforzándome por salir adelante”, refuerza.

Ricardo es uno de esos trabajadores en medio libre y le ha ido bien. No solo tiene contrato, sino que la posibilidad de quedarse a trabajar en este, su primer empleo en la vida, es totalmente posible.

Ahora, siempre se le acercan otros reos a preguntarle si vale la pena o no el “laburo”. Y Ricardo, el laburante, les responde que sí y “les doy ánimo para que traten de hacer lo mismo. Mi familia está contenta y eso es lo que vale. Me comunico con mi mamá y quiero que todos estén contentos. Tengo una hija en la universidad, estudia en segundo año de perito forense…y esas son las cosas que a uno le devuelven la dignidad, te da orgullo y no quieres perderlo”.

Los engranajes ajustados

No se podría culpar a nadie por estar escépticos a la construcción de una nueva cárcel en Chillán.

El proyecto se viene anunciando hace más de una década e incluso, en el Gobierno de la expresidente Michelle Bachelet se dijo que se habían dejado listos los recursos para hacerla (palabras del entonces senador, Felipe Harboe), pero que sin embargo, no se había definido el lugar.

En 2019, la seremi de Justicia Jacquelinne Guíñez, junto con el coronel Espinoza presentaron un proyecto a instalar en el sector de San Miguel de Ablemo, prometiendo una cárcel moderna para un máximo de 800 personas y con un enfoque total en la reinserción.

Además, prometían obras de mitigación para el sector, como pavimentación, luminarias y no se descartaba un nuevo retén de Carabineros.

La reacción vecinal fue inmediata, bramante y opositora. Alcalde y concejales no se quedaron atrás.

Poco importaba, al parecer, el pavimento, las luminarias, el nuevo retén ni cuanto se prometiera.

Solo se hablaba del miedo.

Miedo a los reos, a sus familiares, a los robos, a los asaltos y todo lo que fuera delincuencia.

Por redes sociales se hablaba de una cárcel como Colina, de traer a los reos más peligrosos de Chile y se invitaba a la comunidad a “no caer en el engaño”.

Por eso, estos ejemplos son un primer gran paso para demostrar lo que se persigue.

La seremi dijo al medio sancarlosonline.cl que “ha sido muy difícil la incorporación laboral y es por eso que felicitamos al jefe de unidad de San Carlos y a su equipo de funcionarios por la incorporación de internos a trabajar en nuevas empresas y seguir así poder apostando a la reinserción social dentro de la seguridad social que es lo que todos deseamos”.

Añadió, también, que este logro era de doble mérito si se considera que se consiguió empleo para 11 reos en plena pandemia, una época marcada por los despidos de muchos trabajadores y la quiebra de numerosas empresas medianas y pequeñas.

Por eso, el capitán Gutiérrez habla de 11 familias beneficiadas, no solo de once reos.

“Porque ellos, con este empleo, reciben sus sueldos depositados a sus tarjetas, y eso va en directa ayuda de sus familias”, destaca.

Y como hasta el momento todo ha ido bien (lo que es un notición si se entiende que intentos anteriores culminaron no tan bien), las buenas noticias pueden seguir apareciendo.

“En estos momentos estamos viendo la posibilidad de habilitar un taller para estructuras metálicas acá en nuestro recinto, ya que estamos barajando la idea de que la empresa le pueda dar trabajo a más reos, pero que puedan desarrollar esas labores aquí dentro del penal”, adelanta.

En la cárcel de San Carlos ya funciona un taller de mueblería y carpintería, más otro de talabartería y trabajos en cuero. De este último se generan cerca de 230 ventas mensuales de cinturones, adquiribles en el mismo recinto.

En cada uno de estos talleres trabajan cerca de 10 internos, todos merecedores de tal beneficio debido a su conducta y un proceso de evaluación multidisciplinaria que ha resultado exitosa.

“Es que la vida misma es un sistema con sus reglas, sus leyes y engranajes. Si los respetas, los cuidas y los haces funcionar bien, la vida te va a funcionar correctamente, como tú esperas que funcione”, reflexiona Moisés Reyes, otro de los internos que trabajan en la constructora.

Con 38 años, cumple una condena por robo en lugar habitado, aunque admite que no es su primera vez en la cárcel.

Sorprende por su facilidad para expresar con fluidez y asertividad sus ideas en palabras. Dice que tiene su iniciación de actividades.

Trabajó en mantenimiento industrial en diferentes empresas a través de una prestadora de servicios como CMPC, Arauco, Masisa, entre otras.

“Era un trabajo exigente, donde no se podía fallar porque se opera en cadena, por lo tanto, si un eslabón se corta, todo el resto de la empresa deja de funcionar”, relata.

Dice que era un trabajo delicado, bien remunerado pero “no era para cualquiera”.

Si hoy está preso fue porque “pensé en hacer algo diferente, tal vez quería conseguir cosas de otra manera y siempre tuve en cuenta que podía haber consecuencias. Las hubo y aquí estoy”.

De todas formas, pese a que se puede intentar y fallar, perder la credibilidad, como ocurre con las promesas de la nueva cárcel, agrega que “cuando entiendes que hay oportunidades buenas debes aprovecharlas, dejar lo malo atrás y hacer todo bien. Hay que tener los engranajes bien ajustados”.

Felipe Ahumada

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