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Público + privado

Empresarios, ejecutivos y dirigentes gremiales coinciden en que la creación de la Región del Ñuble ya muestra importantes beneficios, no solo desde la perspectiva de la descentralización y la autonomía de gestión de los recursos, sino que también como un impulso al desarrollo de los distintos sectores productivos.

No hay duda que la inversión pública es un factor de la inversión privada, y en tal sentido los 5.200 millones de dólares proyectados para los próximos 8 años en el llamado Plan Ñuble vienen a ser un importante estímulo para los empresarios.

De hecho, en Chillán y en las tres capitales provinciales, parecen entender bastante bien las oportunidades que ya se presentan a partir del cambio político-administrativo en rubros como el inmobiliario y servicios, y también en la construcción.

La vinculación entre la transformación de Ñuble en una región y el incremento de las inversiones privadas es probablemente la mayor expectativa que hoy existe y fue argumento decisivo cuando la ley se discutió en el Congreso.

Su trascendencia se conecta con otros dos aspectos que se ubican en camino entre uno y otro. En primer lugar, se debe tener presente que las inversiones están cerca del poder, de modo que la descentralización en la toma de decisiones, a través de las nuevas provincias, debería ser un incentivo para hacer nuevos negocios.

El otro aspecto clave para el fomento de la inversión privada es la existencia de certezas y principios orientadores, dos derivadas del Plan Ñuble y la futura estrategia regional de desarrollo.

En síntesis, con cercanía al poder, con inversión pública y con certezas orientadoras sobre el tipo de desarrollo que se quiere para las provincias y cada una de sus comunas, se puede pensar en construir una política de atracción de inversiones sólida, arraigada y pragmática, que plantee incentivos concretos y competitivos respecto de otras regiones.

Adecuar la infraestructura a los nuevos requerimientos, abordar el desarrollo con una perspectiva de largo plazo, reteniendo y generando capital humano calificado, planificar adecuadamente el uso del territorio e impulsar el crecimiento de rubros con gran potencial en la zona, son los grandes desafíos del gobierno en Ñuble y por ellos debe ser evaluado.

Igualmente, conceptos como asociatividad, colaboración público-privada, inversión y focalización deberán dejar de ser solo palabras que suenan bien en los discursos y producir un real convencimiento entre los diferentes agentes económicos y políticos.

Lo que está ocurriendo con los viñateros del Itata, sumidos en una nueva crisis, ilustra esas enormes brechas

.La Región de Ñuble necesita del espíritu crítico y constructor de sus empresarios, tanto como inversiones y políticas públicas que potencien la diná-mica transformadora que necesita.

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