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Potencial campesino

Es un diagnóstico conocido que uno de los principales cuellos de botella de la producción agrícola de los pequeños productores es la comercialización. Con escasa superficie, y por tanto, con bajos volúmenes de producción, la Agricultura Familiar Campesina (AFC) está limitada a un estrecho margen de opciones para vender, lo que en la práctica significa conformarse con los bajos precios que ofrecen intermediarios, que en muchos casos abusan de su posición.

En Ñuble, donde la gran atomización de la propiedad es una de las características principales del mundo rural, ampliar las opciones de comercialización debe ser un lineamiento estratégico de las políticas públicas que se implementen en el territorio, fortaleciendo la AFC y mejorando la calidad de vida en el mundo rural por la vía del aumento de los ingresos de los pequeños productores.

Si bien la AFC enfrenta muchos otros problemas, como la falta de profesionalización y de agregación de valor, y el menor acceso a tecnología y a créditos, generar las condiciones para que los pequeños agricultores puedan mejorar sus ingresos -logrando precios justos por su producción-, debe ser un primer paso que permita, posteriormente, abordar los restantes desafíos.

En ese escenario, la asociatividad surge como una valiosa herramienta para ampliar las opciones de comercialización, de la mano del volumen, mejorando la posición para negociar el precio. Es por ello que los incentivos estatales han estado puestos precisamente en fomentar la asociatividad, subsidiando iniciativas que apunten a fortalecer organizaciones de pequeños productores, una política que ha rendido frutos, pero que aún está lejos de permear la cultura campesina.

En el Gobierno anterior se avanzó en varios aspectos. Medidas de apoyo del Indap a los viñateros del Valle del Itata permitieron cofinanciar primero la instalación de centros de acopio de uva; luego, la construcción de centros de vinificación; y finalmente, en coordinación con el Programa de gestión para zonas rezagadas, la apertura de una tienda de vinos en Chillán, que se sumó a una tienda campesina en Portezuelo, impulsada por el municipio. En esa línea también destacan los “circuitos cortos” de comercialización que promovió el Indap en Coelemu, Ránquil, San Fabián, Quirihue y Quillón, facilitando el contacto directo entre productores y consumidores.

Profundizar y perfeccionar aquellas iniciativas exitosas no debiera ser un complejo para la actual administración, así como tampoco explorar nuevas herramientas que permitan ampliar los mercados para la AFC, generando un círculo virtuoso que sea capaz de darle a los pequeños productores la oportunidad de crecer.

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