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Por el bien común

Cristian Cáceres

Las autoridades regionales han advertido que, a la luz del comportamiento de los indicadores epidemiológicos, en algunas comunas de Ñuble se estaría ante la inminencia de una nueva ola de contagios de Covid-19.

La preocupación fundada radica en la necesidad de evitar que se produzca un aumento de casos que amenace con colapsar la red de salud, que obligue a imponer una nueva cuarentena, pero principalmente, que siga cobrando vidas.

Desafortunadamente, la población muestra elevados niveles de relajo frente al tema, y el temor inicial al contagio ha ido dando paso a cierta indiferencia en cuanto a los riesgos que representan ciertas conductas, especialmente la participación en reuniones sociales y familiares sin respetar medidas de autocuidado.

Tal como se temió, las fiestas de fin de año generaron aglomeraciones de personas en el centro de Chillán, muchas de las cuales no respetaban la distancia mínima. Y no se trata solo de una percepción, pues el mismo gremio del comercio reconoció un incremento en las ventas durante diciembre, muy de la mano con el segundo retiro de los fondos de pensiones.

Navidad y Año Nuevo también fueron la instancia para reuniones familiares, pequeñas y numerosas, con niños y ancianos, pues las debilidades de los sistemas de control permitieron a miles de personas moverse entre regiones para visitar a sus parientes pese a la prohibición de hacerlo que pesa sobre los residentes de comunas en fase 1 y 2.

Pero sería injusto atribuir a las limitaciones lógicas de los equipos de fiscalización y control lo que ocurrió estos días, en que hubo grandes reuniones familiares, fiestas clandestinas, celebraciones de año nuevo en residencias particulares, paseos a lugares concurridos, centros comerciales repletos y piscinas sobrepasadas, donde la mascarilla brilló por su ausencia.

Muy probablemente, los indicadores de los próximos días muestren un fuerte aumento de casos como consecuencia de la irresponsabilidad de una sociedad profundamente individualista, que solo piensa en el bienestar particular y olvida -o desprecia- el bien común. Y no se trata solo de un comportamiento que tendrá consecuencias sanitarias inmediatas, con una mayor presión sobre la red asistencial y más muertes, sino que también sociales y económicas, ya que afectará a quienes no podrán salir a trabajar cuando se decrete una eventual nueva cuarentena, a los informales, a los emprendedores, a los que dependen del comercio, los restaurantes y el turismo, y a los que viven del día a día, entre muchos otros.

Se podría pensar que el egoísmo de muchos afectará a unos pocos, pero lo cierto es que la pandemia está afectando, en menor o mayor medida, a toda la comunidad, y hay quienes prefieren no verlo o simplemente, no les interesa. De hecho, no pocos han argumentado risibles teorías conspirativas para negar la existencia de la pandemia o para bajarle el perfil, con discursos de Twitter que, en el fondo, son una excusa para no hacer el enorme esfuerzo de usar mascarilla, lavarse las manos y mantener una distancia física. La nueva ola está cerca y ya sabemos sus causas.

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