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Nuestro compromiso

El carácter de tribuna para los problemas, ideas y aspiraciones con el que fue concebida La Discusión es un compromiso irrenunciable que la convierte en un medio guiado por principios permanentes, antes que por cuestiones circunstanciales. Esa expresión, ideada por su fundador Juan Ignacio Montenegro, en el primer editorial, continúa teniendo hoy el poder de un mandato moral, que hace a la esencia de este diario.

Los valores que desde sus páginas defiende hoy no son otros que los exaltados hace 149 años: la libertad, la igualdad, la tolerancia, el progreso y los principios democráticos. Es así como hemos cruzado tres siglos, en medio de cambios sociales, políticos y tecnológicos, pero que nunca han alterado las lealtades consecuentes entre este medio de comunicación y sus audiencias.

Nos sentimos, con razón, parte de esta comunidad y por lo mismo cuesta entender el ataque que sufrimos la noche del lunes. Apedrear nuestro edificio no solo fue un acto de irracional violencia contra un patrimonio de la ciudad -obra de Hernán Larraín Errázuriz, el mismo arquitecto que diseñó la Catedral de Chillán- sino que encierra un hecho de mayor gravedad, pues también fue una agresión a un medio de comunicación, a sus colaboradores y, más profundamente, a la libertad de expresión.

Ciertamente, no son estos tiempos fáciles para el ejercicio del periodismo consustanciado con la voluntad de echar luz sobre la compleja dinámica del país, pero esa es la razón de ser del periodismo, más aún si esta dinámica se ve contaminada por noticias falsas que solo contribuyen a la desinformación, siembran confusión y crean discordia.

Las sentencias sobre nuestro trabajo son tan variadas como los puntos de vista y las convicciones políticas e ideológicas desde donde se emitan. Hay quienes piensan que la prensa es también responsable de las desigualdades sociales que movilizaron a millones de chilenos. Otros asumen que una prensa responsable es un bien público, un bien que mejora la calidad de vida de cualquier sociedad.

No hay duda que ante el papel protagónico que desempeñamos en el desenvolvimiento del proceso de cambio social, cultural y político que Chile reclama, debemos hacer también un examen de conciencia para saber hasta qué punto estamos contribuyendo o no a mejorar la realidad social y a consolidar una sociedad cada vez más justa, más solidaria y mejor informada. Conviene repasar una y otra vez las reglas éticas que la prensa independiente debe observar en toda ocasión: difundir solo la verdad, evitar el sensacionalismo, mantener una adecuada separación entre el material informativo y la opinión, no servir a campañas orquestadas en función de intereses mezquinos, respetar la privacidad e intimidad de las personas y no caer en generalizaciones injustas al examinar las consecuencias de un hecho informativo.

Por supuesto, este mismo espíritu de autocrítica se los reclamamos a nuestros detractores, a quienes desde el poder político y económico, o la impunidad de la capucha, caen en la tentación de presionarnos, ya sea para silenciarnos o alinearnos con sus intereses o visiones de sociedad. Quienes pretendan hacerlo deben comprender que amenazan uno de los principios esenciales del sistema republicano: el que protege la libertad de prensa, sin la cual no es concebible la democracia.

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