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Nuestro centralismo

La creación de la Región de Ñuble generó grandes expectativas entre los habitantes de sus 21 comunas, sobre todo por la posibilidad de aumentar los recursos disponibles para inversión, dejando atrás décadas de centralismo en que la mayor parte de la inversión pública y privada se concentró en Concepción.

Sin embargo, para evitar que la nueva unidad político-administrativa se transforme en una gran decepción, es imperativo que en su desarrollo exista un necesario consenso respecto de la equidad territorial, máxime si se trata de inversión pública.

En ese contexto, el Índice de Desarrollo Comunal, instrumento que mide la gestión de las ciudades en función de una serie de factores como salud, educación, economía, vienen a confirmar el temor de los alcaldes de las comunas más pequeñas por una eventual repetición del paradigma centralista que ha caracterizado la gestión de los recursos públicos en la historia de Chile, y que fue precisamente el germen que motivó el anhelo de los ñublensinos de separarse de la Región del Biobío.

En efecto, el indicador generado por el Instituto Chileno de Estudios Municipales (Ichem) y el Instituto de Estudios del Hábitat (IEH), ambos de la Universidad Autónoma de Chile, deja a la región muy mal parada en el contexto nacional.

Con una metodología que le asigna a 1 el mejor desempeño y 0 a aquellas que se alejan del cumplimiento de los parámetros, las regiones que cuentan con comunas de mayor desarrollo son la Metropolitana (promedio 0,5), Valparaíso (promedio 0,42) y Antofagasta (promedio 0,41). En el otro extremo de la tabla se encuentran Ñuble y La Araucanía (ambas con promedio de 0,299), territorios donde, “el desarrollo económico se concentra de manera evidente en su capital regional”, sintetiza el informe.

Este enorme desequilibrio debería preocuparnos a todos, pues configura un centralismo intrarregional de origen que puede prolongarse y en la práctica perpetuar inequidades en materia económica y de acceso a servicios básicos. Para ello, es clave dejar de lado el criterio demográfico en la priorización de proyectos, que si bien tiene mayor rentabilidad política y económica, no contribuye a corregir las inequidades sociales que existen en el territorio.

Bueno sería que en medio de esta pandemia se consideraran factores de corrección y compensación territorial, a partir de un levantamiento de necesidades cuya satisfacción permita a las comunas más rezagadas mejorar sus indicadores críticos. Ese trabajo está pendiente, y en la naciente Estrategia Regional de Desarrollo debiéramos encontrar respuesta.

Desde esta tribuna lo venimos diciendo durante una década: la creación de la Región de Ñuble no es la panacea, ni constituye una solución en sí misma a todos nuestros atrasos, pero es, sin duda, la gran oportunidad que tenemos para lograr un desarrollo armónico del territorio, y así no replicar el funesto modelo centralista que tanto daño le ha hecho a esta zona y al resto del país.

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