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Necesario equilibrio

Mauricio Ulloa

Existe total coincidencia en que preservar el medio ambiente es una tarea de todos en las sociedades modernas. Los ñublensinos sabemos también que nuestra región ha sido especialmente bendecida en sus características geográficas y ambientales con una diversidad pocas veces vista en nuestro país. Con mayor razón, entonces, esta riqueza biológica -presente en la cordillera, el valle central y el litoral- debe ser cuidada y puesta en valor. Es por ello también que debe preocupar la situación en que se encuentran zonas prioritarias de conservación, como las Termas de Chillán y el valle Las Trancas, las reservas Niblinto y Ñuble o la Lobería de Cobquecura.

En todas ellas se advierte que el desarrollo de actividades económicas constituye una potencial amenaza, en la medida que no exista una visión que combine la conservación de esos ecosistemas con los emprendimientos que allí se proyectan o que incluso ya son realidad.

Muchos consideran que ese tipo de impactos ambientales están siendo manejados de una u otra manera, y por lo tanto el temor y la crítica son injustificados. Tampoco faltan quienes agregan que son una necesidad imperiosa para salir del subdesarrollo en que se encuentran. Son, a fin de cuentas, los “dolores del crecimiento” que la economía nos llama a aceptar.

Pero más allá de explicaciones, justificaciones o disculpas, lo cierto es que al observar la situación de la región, se repite el deterioro y se constata un paulatino aumento de la brecha que separa la protección, remediación y restauración ambiental, de los impactos y la pérdida de biodiversidad que supone la mayoría de las estrategias de apropiación de recursos naturales que hemos conocido y que requieren insumos en energía y servicios básicos, redes de transporte, y manejos territoriales, que a su vez tienen agudos impactos ambientales.

La buena noticia es que las nuevas reformas en materia de descentralización le otorgan al nuevo gobernador regional una serie de mayores facultades, entre las que destaca la definición de un plan de ordenamiento territorial, un instrumento nuevo que puede tener enorme incidencia en el futuro de Ñuble, que ahora podrá contar con una definición clara sobre las vocaciones o aptitudes productivas de sus distintos territorios, lo que permitirá fijar priorizaciones, proteger determinadas áreas e incluso atraer inversiones en otras.

Nos encontramos inmersos en una coyuntura muy difícil, donde se mezclan la necesidad de diversificar y agregar valor a nuestra matriz productiva, capacidades de gobierno rezagadas (cuando no cómplices) respecto del deterioro ambiental y una creciente resistencia social a la depredación de la naturaleza.

Se trata, en consecuencia, de un escenario inédito y complejo, pero también de una oportunidad única para instalar un nuevo paradigma en el uso del territorio, que armonice los valores de la conservación y las necesidades del desarrollo de un modo inteligente y verde. Otro desafío para el futuro Gobernador Regional de Ñuble.

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