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May intenta por tercera vez imponer su acuerdo de Brexit

Los diputados británicos votan por tercera vez este viernes, el día en que Reino Unido debía abandonar la UE, sobre el acuerdo de Brexit negociado por la primera ministra Theresa May quien, paradójicamente, tendrá que dimitir si logra imponerlo.

“Hoy es 29 de marzo. Hoy era el día en que esta cámara votó hace algunos años que debíamos abandonar la Unión Europea. Y sin embargo, hoy estamos donde estamos”, afirmó el fiscal general, Geoffrey Cox, en la apertura de cinco horas de debates que debe terminar con una intervención de May y la votación hacia las 14H30 (locales y GMT).

El tiempo apremia: tras aceptar un corto aplazamiento en la fecha de salida, la UE advirtió que si Londres no adopta el acuerdo esta semana no podrá beneficiarse de la prórroga hasta el 22 de mayo sino que deberá presentar un plan alternativo antes del 12 de abril.

“Por lo tanto, esta es la última oportunidad para aprovechar nuestros derechos legales”, subrayó Cox llamando a los legisladores, que ya rechazaron el acuerdo estrepitosamente dos veces, a que esta vez den un paso histórico para el país poniendo fin a 46 años de pertenencia al bloque europeo.

“Última oportunidad”

Ante la evidencia de que la mayoría del Parlamento se opone a una salida brutal sin acuerdo, muchos conservadores euroescépticos se resignaron en los últimos días a respaldar un acuerdo que consideran “malo”, antes que arriesgarse a un Brexit suave o a un segundo referéndum potencialmente fatal para el proceso.

Muchos de ellos están descontentos con la forma en que May negoció durante dos años con Bruselas, a quien consideran que hizo demasiadas concesiones, y pedían que abandonara las riendas de la formación, del gobierno y del Brexit. Para convencerlos de que voten por su acuerdo, May les prometió que dejará el cargo en cuanto logre su aprobación.

Sin embargo, su sacrificio político podría no ser suficiente: medios británicos aseguraban el viernes por la mañana que al menos 25 conservadores rebeldes votarían contra el texto.

Y la líder de los ultraconservadores unionistas norirlandeses del DUP, Arlene Foxter, reiteró por enésima vez en un vídeo publicado en Twitter que su formación se opondrá.

Pese a todo, a pocas horas del voto decisivo en uno de los momentos más importantes en la historia reciente de Reino Unido, el gobierno de May continuaba su trabajo de persuasión, reconoció a la BBC el ministro de Comercio Internacional, Liam Fox. “Es nuestra última oportunidad de votar por el Brexit tal y como lo concebimos”, insistió.

¿Simplemente ganar tiempo?

Se prevé también que la oposición de centro y de izquierdas vote contra un acuerdo que consideran dañino para la economía del país.

Muchos diputados están además molestos con la decisión del gobierno de someter esta vez a votación únicamente el Tratado de Retirada sin la declaración política que debe acompañarlo, una confusa estrategia destinada a sortear la prohibición de presentar exactamente lo mismo que la última vez.

El responsable del Brexit en el Partido Laborista, principal formación de oposición, Keir Starmer, denunció que separar las dos partes “no formaba parte del plan, es una medida desesperada”.

Para que el acuerdo de salida de la UE sea válido, la ley británica impone que la Cámara de los Comunes adopte también la declaración política firmada con la UE, que sienta las bases para la próxima negociación de la futura relación entre ambas partes.

Esto hacía temer que el voto del viernes no sea el definitivo y solo constituya una estrategia del ejecutivo para ganar tiempo y no dejar escapar la prórroga del 22 de mayo.

En las calles de Londres, los británicos que votaron a favor del Brexit en el referéndum de 2016 mostraban su ira por el retraso de la fecha de salida. “Prometieron que abandonaríamos la UE el 29 de marzo de 2019 pero ahora intentan retrasar el Brexit o incluso revocarlo”, denunciaban los responsables del movimiento eurófobo Leave Means Leave, que convocó una protesta ante el Parlamento de Westminster para la tarde.

Los diputados ya se opusieron al acuerdo dos veces con amplias mayorías: el 15 de enero lo tumbaron por 432 votos contra 202, tras lo cual May emprendió una renegociación con Bruselas cuyos resultado fue a penas mejor y el 12 de marzo volvieron a rechazarlo por 391 votos contra 242.

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