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Malla sacó las drogas de la cárcel y reveló que adictos no reciben tratamiento

Mauricio Ulloa

La instalación de la malla perimetral que cubre la totalidad del patio de la cárcel de Chillán, redujo, prácticamente, al 100% los lanzamientos de drogas que a diario se hacían desde el exterior, medio que significaba la principal vía de ingreso de estupefacientes a la población penal.

Si bien hay otras formas de hacerlas llegar, como el ingreso clandestino a través de personas del medio externo, el “pelotazo” como le llaman al lanzamiento, prácticamente se acabó, y con ello las riñas y las peleas entre funcionarios e internos, por lo que hasta ahora, la malla sólo ha dado espacio a los elogios.

Sin embargo, a consecuencia de eso quedó al descubierto un problema que hoy por hoy no ve solución posible, ni siquiera al largo plazo: el tratamiento del síndrome de abstinencia de los reos que son adictos a drogas duras, en especial la pasta base.

La directora regional del Senda, Carmen Gómez, explica que si bien se han firmado distintos convenios con Gendarmería para tratar el problema de las adicciones, “se trata de trabajos de orden preventivo dirigidos a los funcionarios, que incluye capacitaciones y un poco de información para que ellos puedan tener las herramientas para el trabajo con los funcionarios, y posiblemente con el CRS (Centro de Reinserción Social) para los usuarios que cumplen condena en medio libre”.

Sin embargo, advierte, sin siquiera ensayar algún eufemismo, que “para las personas que están internas no hay tratamiento. Ellos cuentan con sicólogos y otros especialistas, pero no hay tratamientos. Eso es una deuda que tenemos como país, pero los recursos que se requieren para realizar una rehabilitación son millonarios, y no los tenemos”.

Más de un centenar

Para contextualizar, los montos necesarios para poder desintoxicar a un reo adicto y, luego rehabilitarlo, se pueden tomar como referencia los costos que mes a mes realiza el centro de rehabilitación Padre Chango, de Chillán.

Según informan en esa institución, solo en medicamentos se debe contar con cerca de 80 mil pesos mensuales, sin contar con el salario de los monitores, que en el caso de Padre Chango, son 10 para un total de 14 usuarios internos.

En otras palabras, son 960 mil pesos anuales en medicamentos por cada usuario.

“Y yo diría que de los cerca de 450 reos que hay en la cárcel actualmente, al menos un tercio es adicto a las drogas duras. Por lo menos unos 100 ó 120 tienen problemas con el síndrome de abstinencia, lo que es un riesgo para él mismo, para el resto de la población y, desde luego, para nosotros, los funcionarios”, explica el suboficial Cristian Montecinos, presidente de la Asociación Nacional de Funcionarios Penitenciarios (Anfup), Chillán.

Si las estimaciones de la Anfup son acertadas, lo que se requiere, solo en remedios, serían más de $100 millones anuales, sin contar los sueldos de un equipo de terapeutas para más de cien personas.

No todo lo cura el tiempo

La necesidad de los reos por droga ha hecho que en Gendarmería hayan sido testigos de visitas tratando de ingresarlas escondidas en partes imposibles de su cuerpo, a gendarmes involucrados en redes de microtráfico “y también hemos sorprendido a abogados tratando de meter droga a la cárcel”, añade Montecinos.

Es más, en Gendarmería y en el OS7 de Carabineros saben que los internos contratan y entrenan a lanzadores expertos, quienes practican en campos abiertos, debiendo apuntar a coordenadas precisas con proyectiles del mismo tamaño y peso de lo que pretenden lanzar.

“Luego, desde los módulos los empiezan a guiar por teléfono para que el paquete caiga en un punto preciso, de manera tal que ellos, desde la ventana de los dormitorios, las puedan alcanzar con algún objeto. Y al lanzador, le pagan por cada lanzamiento que logra realizar”, explicó el dirigente de la Anfup.

Para entender esas actitudes temerarias que pueden significar la cárcel para el lanzador, la sicóloga de la ONG Padre Chango, Karem Rivas, explica que el síndrome de abstinencia es uno de los efectos por los que pasa una persona adicta y que le genera mucha ansiedad, alucinaciones y una fuerte depresión. El problema es que eso debe ser tratado por especialistas, no es algo que mejore solo ni con el tiempo”.

La experta añade que la mayoría de estos síntomas se manifiestan en especial de noche, por lo que cada paciente debe tener un monitor cuidándolo a esas horas. “Es ahí cuando comienzan las alucinaciones, las pesadillas y todos esos trastornos que pueden significar que una persona llegue a suicidarse”.

Por tal razón, plantea que, entendiendo que tratar personas privadas de libertad es virtualmente imposible, lo mejor es seguir aumentando los trabajos preventivos.

En el Senda insisten en que sí se puede reforzar el trabajo preventivo para quienes cumplen condenas en libertad, incluso, dependiendo de su peligrosidad y otros factores, pueden asignarle un cupo en Padre Chango, por sistema ambulatorio o interno, “pero no tenemos los medios para que un recluso sea usuario de uno de estos programas”, zanjó Carmen Gómez.

Felipe Ahumada

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