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Los niños de Ñuble que desenmascararon a Paul Schäfer

En un rincón del museo de Villa Baviera, el nombre que adoptó Colonia Dignidad, asentamiento ubicado en Parral y creado por el pederasta alemán Paul Schäfer, se encuentran detrás de un diario mural adornado con un afiche de Emma Watson -la actriz que protagonizó la última película del enclave-, los banderines de la Juventud de Vigilia Permanente, que reunía a niños de los sectores aledaños a la colonia.

“Siempre salud y vida. Juventud Zemita”, “La verdad nos une J.V.P. Cachapoal”, “J.V.P. Comité 1 San Fernando-El Carbón, “J.V.P. Paso Ancho”, son las localidades que están bordadas en las telas, y que pertenecen a las comunas de Ñiquén, San Carlos y San Fabián, de la entonces provincia de Ñuble.

A metros de allí, la música alemana infantil casi no se oye, pues es opacada por las carcajadas de los comensales del restaurante, que son tantos, que hacen que los meseros corran de un lado a otro con platos de salchichas.

Jürgen, uno de ellos y de los pocos alemanes que trabaja allí, dirá que ese fue un centro de torturas. Con sus manos indica el lugar en que ubicaban a los niños, las mujeres, los ancianos.

“La Juventud de Vigilia Permanente era un grupo de niños que pasaban a buscar los fines de semana a Zemita, San Fernando, El Carbón. Nos dividían por sectores y nos hacían competir. Nos hacían trabajar en los campos, recogiendo frutas todo el día. Quienes recolectaban más, ganaban”, recuerda Johan Cisterna, quien llegó a Colonia Dignidad desde Zemita, Ñiquén, a los siete años.

Fue uno de los niños chilenos que denunciaron a Paul Schäfer a la PDI en 1997, lo que permitió desenmascarar los abusos que se cometían en el asentamiento alemán y comenzar la persecución de Schäfer. 

Johan, ahora de 34 años, también es uno de los 11 que demandó a Colonia Dignidad exigiendo una indemnización. La Corte Suprema les dio la razón en 2013, sin embargo, aún no reciben el pago.

El próximo año se estrenará la serie “Dignidad”, codirigida por el cineasta Andrés Wood, que se centrará en el abogado Hernán Fernández, quien apoyó en las acciones judiciales a los niños y a sus familias.

“La mayoría de los niños era de la zona de la Octava Región, que hoy es la región de Ñuble, pero a ellos los buscaron a través de un sistema organizado de familias que defendía a la Colonia y que vivían en esas zonas. Que aún no se pague la indemnización por parte de los colonos -hijos de los antiguos jerarcas- es tremendamente injusto, porque ellos debieran reconocer que ni el Estado chileno ni el alemán, es quien los liberó, sino que fue la justicia a través de los niños que denunciaron a Schäfer. Si los niños valientes, sus familias valientes, perseverantes, no hubieran iniciado estas acciones, las que apoyé y sigo haciéndolo, el sistema Colonia Dignidad es altamente probable que se hubiera extendido durante décadas. El Estado chileno tampoco ha tenido una conciencia histórica de reparación”, enfatiza Hernán Fernández.

Los niños luego de declarar ante la PDI, y muchos de ellos a someterse a pericias por el SML para comprobar los abusos de Schäfer, tuvieron que retomar sus vidas lejos de Ñuble.

“Soy un hijo olvidado de San Carlos”

Jaime Parra llegó a los ocho años a Colonia Dignidad. Vivía en la localidad de El Carbón, San Carlos.

“Vivía con mis abuelos, que eran campesinos. Era un sector de bajos recursos económicos, muy alejado, teníamos micro dos veces al día. La atención médica era pésima, lo único que teníamos cerca era un auxiliar paramédico en Zemita. Eso hizo que el 80% de las personas que vivían ahí prefirieran el hospital de Colonia Dignidad. Existían ‘los amigos’ de la colonia, muchos tenían vehículos que pasaban tres veces por semana llevando gente al hospital. Mi abuela estaba enferma y tenía tratamiento cada 15 días. El hospital fue el señuelo para obtener información de la gente”, recuerda.

“A los nueve años, en el año 96, empiezo a asistir a la Juventud de Vigilia Permanente. Schäfer me seleccionó para vivir en el internado junto a mi primo. Allí estuve un año y medio, y solo pude salir cuando me sacó la PDI en los allanamientos. A mi abuela le llegó la invitación diciendo que era porque nosotros éramos pobres, para ayudarnos y que no tuviésemos que comprar útiles escolares y comida. La idea era estudiar de lunes a viernes, y los fines de semana volver con la familia. Se veía prometedor, nos habían mostrado Colonia Dignidad como un cuento de hadas. Mi abuela pensó que tendría una buena educación. Pero nunca volvimos a nuestras casas”. 

El primo de Jaime falleció hace algunos años sin ver la indemnización. Jaime enfatiza que lo que vivieron en el internado fue muy duro.

“No estoy hablando solo de abusos, sino de abusos sexuales, trabajos forzados, medicamentos. Supuestamente teníamos que estudiar, y estudiábamos tres horas al día, y el resto del día lo trabajábamos en los campos, nos levantábamos a las seis y media de la mañana y nos acostábamos a las doce de la noche”.

Él recalca que después de salir de Colonia Dignidad, lo que más le afectó fueron los fármacos que les daban.

“Los cambios de humor, los escalofríos, ataques de pánico. Muchas veces mi primo y un amigo me decían ‘anoche te llevaron a la pieza del tío permanente -Schäfer-‘. Yo les decía que no me acordaba, pero ellos insistían en que un alemán me había llevado caminando. Nos llevaban drogados a la pieza de Schäfer”, relata.

Hernán Fernández sostiene que “eso está acreditado, no hay ninguna duda que Colonia Dignidad es un sistema opresivo, que utilizó los psicofármacos durante décadas para someter a las víctimas, evitar que se fugaran, mantener limitada su conciencia y perpetrar los abusos y delitos. En eso no solo Schäfer es responsable, sino también todos los jerarcas y los que tenían conocimiento y facilitaban este delito. La medicina fue utilizada en Colonia Dignidad como una fachada para cometer delitos”.

Jaime describe los episodios de bullying que sufrió de parte de sus vecinos, muchos de ellos afines a Colonia Dignidad. 

Afirma que “fue imposible hacer una denuncia formal en la región, estoy hablando en ese tiempo Octava y Séptima región, lamentablemente todo pertenecía a la red de ayuda de Colonia Dignidad, que era un ente tan bien conformado y maléfico, que tenía redes de información por todos lados, estoy hablando de Carabineros de Chile, PDI, ministros. Que un niño dijera que había sido tocado o violado por esta buena persona que era el tío permanente, era una cosa imposible de creer en ese entonces”.

Y agrega que “Schäfer nos decía un día antes a los del internado, ‘mañana vienen los perros del Departamento Quinto’, los van a torturar, los van a golpear para que digan tal y tal cosa, para que hablen en contra de nosotros, los tíos, y muchas otras barbaridades, era el pan de cada día, cada vez que Investigaciones iba, a mí me llevaban a un camión verde, estilo militar, un cuatro por cuatro, y junto con un amigo y un primo  nos llevaban a esconder a un cerro, y después de que Investigaciones se iban, nos bajaban del cerro a la Colonia nuevamente”.

“Qué ha hecho el Estado por mí, el Estado no nos apoyó de ninguna forma. Nos pusieron una psiquiatra en Talca, a quien no quiero recordar, eso fue todo. Yo tenía pesadillas, mucho miedo, tenía solo 10 años. Además de todo el bullying que me hacían mis compañeros, me apuntaban con el dedo y me llamaban Paul Schäfer, ese fue nombre durante muchos años. Me pasó en Ñiquén, donde fui a vivir un tiempo con mi mamá, y después cuando volví a El Carbón con mi abuela también. Los amigos de la Colonia me tiraban el auto encima y yo tenía que esconderme en las zarzamoras. La medida de protección que puso la PDI duró muy poco.A mí me tocó enfrentar solo el trauma de Colonia Dignidad, muchas veces pensé en matarme, pero elegí vivir. Y esto no es algo político, a mí me secuestraron y me violaron en democracia”.

Jaime dejó sus estudios en segundo medio, porque no pudo soportar las agresiones de sus compañeros. Luego de cumplir 17 años, su abuela falleció, y él decidió irse a Santiago para empezar otra vida. Ahora tiene 32 años, una familia, dos hijos y un trabajo. “No pensé que iba a llegar tan lejos”, enfatiza.

Y reclama: “Nunca pude costearme un tratamiento psicológico. Nosotros le mostramos al mundo lo que pasaba tras las rejas de Colonia Dignidad, a costa de todo lo que nos pasó. Mi comuna, San Carlos, nunca me apoyó, soy un hijo olvidado de San Carlos. Le pediría a la nueva regiónal menos unas disculpas públicas.

Sobre la serie Dignidad, destaca que “si se va a contar desde el punto de vista de don Hernán, va a ser bastante bueno, porque lamentablemente, hoy se cuenta solamente la versión de las víctimas colonos. Estuvimos en Alemania a principios de este mes, invitados por la Casa de la Conferencia de Wannsee y allá nos enteramos de que Alemania no reconoce lamentablemente a las 11 víctimas chilenas que fuimos quienes le dimos caza a Schäfer para que todos los colonos fueran libres, no nos reconoce como víctimas. En nuestra denuncia siempre dijimos que recordaran que hay colonos que son buenos, y que están sufriendo”.

“Las autoridades siempre han sido indolentes”

Johan Cisterna (34) y su hermano, fallecido hace algunos años, vivían en Zemita y llegaron a Colonia Dignidad a los siete años,cuando su mamá fue al hospital de la Colonia producto de un resfrío. “En esos tiempos no había dónde recurrir, el hospital de San Carlos quedaba lejos y ellos ofrecían su hospital gratis. Del hospital no volvió nunca más sana a nuestra casa, tuvo que empezar a ir diariamente y le decían que nos llevara a nosotros. Siempre hemos pensando que la operaron para que no se recuperara nunca. Nos tenía una familia argentina, amiga de los colonos, para darnos en adopción”.

La madre de Johan falleció un par de años después, sin que en la autopsia se revelara la causa de su muerte. Antes de eso, denunció a la PDI para sacar a sus hijos de la Colonia, por lo que Johan y Danilo pudieron escapar.

Después de la muerte de su madre, Johan se fue a vivir a El Carbón con sus tíos, pues su padre había fallecido hace años. “Nuestra situación económica era malísima. Vivíamos del trabajo agrícola, mi mamá trabajaba en la frambuesa, los espárragos, la remolacha, incluso yo la ayudaba con mi hermanos a trabajar y así vivíamos, era una vida dura, pero mejor que lo que pasó”, relata.

Johan pese a la discriminación que sufrió pudo terminar sus estudios. “Sufrimos mucho, en el Liceo Agrícola de San Carlos, el director le dijo a todos nuestra situación. Nos querían pegar y nos amenazaron de muerte, por eso con Jaime tuvimos que cubrirnos las espaldas y arrancar”.

Cuando salió de cuarto medio volvió a la zona, y ante la falta de oportunidades laborales fue a pedir una a Colonia Dignidad. Trabajó un tiempo hasta que uno de los jerarcas lo insultó. Decidió irse a Santiago con su esposa y sus hijos. Volvió hace algunos años.

Johan destaca que “mi hermano lo único que quería era justicia, tenía un plan de vida, por lo mismo seguimos luchando. Las autoridades siempre han sido indolentes. Me gustaría pedirles a las autoridades de la nueva región que nos ayuden para conseguir la indemnización, para que el Gobierno nos reciba”.

“Antes de Colonia Dignidad era feliz”

Eduardo Utreras (30) vivía en El Carbón, San Carlos. “Vivía solo con mi mamá, ella era dueña de casa, vivíamos de lo que daba la tierra. Schäfer le ofreció ayuda a mi mamá, le dijo que fuésemos a estudiar a Colonia Dignidad y que él la dejaría ir a verme siempre. Estuve dos años allí, y salí luego de una demanda que mi mamá puso porque no la dejaban verme”, relata.

“Tenía ocho años cuando salí, nos daban pastillas en la comida por eso uno no tenía noción de lo que pasaba, lo supimos después con los exámenes. Me quedé a vivir en El Carbón un par de meses, pero la gente que apoyaba a la Colonia nos hizo la vida imposible. Olalia Vera -condenada por cómplice de abusos- y otras personas ponían pancartas frente a nuestras casas que decían “traidores”, “mentirosos”. Decían que éramos malos por denunciar a Schäfer”.

Eduardo se fue con su madre a Linares. “Nosotros recibimos cero apoyo, ni una visita de una asistente social, fuimos abandonados por el país. Casi todos los denunciantes son de esa zona, era la parte más cercana a la Colonia, nadie llegó a ofrecernos ayuda, psicológica o monetaria. Éramos pobres, y en Linares seguimos siendo pobres, tuvimos que empezar desde cero, tuve que dejar de estudiar, con qué estudiábamos si una vez saliendo de octavo básico había que trabajar. Siempre quise estudiar cuando era niño, me hubiese gustado estudiar Ingeniería en Informática, me gustan los computadores. Si se formaron como región, vean la manera de ayudar a su gente, y no dejarla desamparada como lo hicieron con nosotros antiguamente. Yo siempre he tenido depresiones, soy retraído, no pude formar una familia”, dice.

Eduardo recuerda que “era feliz antes de Colonia Dignidad. Era juguetón, extrovertido, alegre, con energía, jugaba a la pelota, a las polcas, al trompo. Lástima que ese niño quedó en El Carbón. El que salió de San Carlos, no era el mismo”

La producción Dignidad la califica como “una serie para la que no nos pidieron ni permiso, a mí nadie me ha contactado para decirme nada. Es malo que se haga, porque le están dando más vida a algo que ya no debería existir. Es un lugar que teniendo en cuenta lo que pasó ya se debería haber desmantelado, pero aún así se llama centro turístico Baviera, y con la serie, le están dando más poder a ese lugar. Ellos nunca han dejado de lucrar. Los únicos afectados realmente fuimos nosotros”. 

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