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Leyendas vivientes de Ñublense revelan cómo viven la cuarentena

Luis Venzano tiene 82 años. Fue el portero del primer plantel profesional de Ñublense con 19 años en 1959, tras debutar en la Cuarta Especial de la Universidad de Chile.

Tras colgar los guantes, durante 57 años fue comentarista del programa “Ñuble Deportivo” de Radio Ñuble, pero la pandemia del covid19 aceleró la decisión que venía meditando hace tiempo “por diferencias de estilos en el comentario” y dejó el micrófono.

Hoy está confinado en su hogar junto a su esposa, vive cerca de una hija y su hijo lo visita.

“Los celulares también ayudan para estar comunicado con la familia. También hago ejercicios todos los días, practico Tai Chi hace años que me ha ayudado mucho, uno se relaja, antes trotaba y hacía pesas, pero descubrí el Tai Chi y me cambió la vida, pero esto de la pandemia ha sido traumático para todos, vamos a quedar marcados”, revela desde su hogar, una de las leyendas vivientes del Rojo.

“Romerito” canta tangos

Pero Luis Venzano, no es el único ex jugador histórico de Ñublense, de la década del 60’, que ha sabido resistir esta cuarentena obligatoria como adulto mayor con más de 75 años.

El ex lateral del Rojo y seguramente, uno de los jugadores más queridos por la hinchada, Óscar Romero, con 83 años a cuestas, sobrevivió a un infarto y a pesar que quedó ciego, perdió parte de su audición y sufre de Alzheimer, derrocha una alegría ejemplar en la casa de su hija Loreto, quien le da todos los
cuidados merced al apoyo del resto de sus hijos, quienes costean la presencia de una señora que lo cuida a diario.

La música lo mantiene con vida. Escuchar tangos alimenta el alma de este guerrero que sigue batallando
en pleno confinamiento.

“Loreto es la mayor de los 8 hermanos. Producto de su Alzheimer, aunque uno le diga lo de la pandemia, luego se le olvida, pero está cómodo, cuidado. La señora Paty lo cuida día y noche. Con ella escucha tangos, le da sus comidas, le hace su aseo personal y cuando ha necesitado atención médica, hemos decidido llevar a los profesionales a la casa. Ya sea kinesiólogos, fonoaudiólogos, para evitar sacarlo. Nosotros hemos evitado ir a verlo o sacarlo a nuestras casas, así que la comunicación es a través del whatshapp que tenemos los hermanos y vamos sabiendo como está. Mi hermano Óscar que está en Temuco, lo llama en las noches y le canta tangos. Mi padre, que ya no camina mucho y solo da vueltas para sus piernas, termina cantando él los tangos de Gardel que se los sabe todos”, detalla su hija Carola.

Extraña salir en bicicleta e ir al estadio

Antes de la pandemia, Rómulo Oses Brito, ex delantero de Ñublense en los 60’y ex jugador de Fernández Vial, con 82 años disfrutaba salir en bicicleta para visitar a sus hijos e ir al estadio como si fuera un lolo. Pero la cuarentena obligatoria congeló esa libertad e independencia y dio paso a la ansiedad, la tristeza y la impotencia.

De a poco se ha ido adaptando al encierro, pero le cuesta, reconoce. Su esposa Rosa (79), a veces le debe esconder la llave de la reja de la casa, para que el otrora puntero no se escabulla, como lo hacía en la cancha, para “salir un ratito”.

Disfruta las visitas controladas y parcializadas de sus hijos, las videollamadas con su hija Marcia que desde Santiago le canta algunas canciones, los bailes con su esposa escuchando tangos, escuchando radio, leer la prensa, jugar juegos de mesa y revisar una pequeña huerta que tiene en el patio. Aunque por él, saldría a
pedalear todos los días.

“El cautiverio no ha sido nunca bueno para nadie, pero qué le vamos a hacer, es lo que hay. Hay que enfrentarse al nuevo futuro que viene. Trato de hacer algunos paseos ciclísticos, pero echo de menos salir en familia , ir al estadio, a cualquier lado o donde me diga mi esposa. Ahora hay que estar de guardia y quedarse en casa, porque esta enfermedad anda por todos lados. Acá me tienen guardado, pero es lo que hay que hacer para cuidarse. Sigo lo que me dice Rosita que me acompaña y mis hijos que me llaman y me vienen a ver. Yo soy feliz si están bien ellos”, cuenta irradiando una sonrisa eterna, a pesar del impacto emocional que ha significado para él este encierro.

“Ya no atiendo tanto”

“Camel”. Así se llama el almacén de Manuel “El Camello” Salazar, en honor a su apodo, ex volante de Ñublense que jugó entre 1967 y 1972 y que por años se ha dedicado a atender a sus vecinos en la Villa Doña Francisca 3.

Sin embargo, decretada la cuarentena se refugió en su hogar y le cedió el mesón a su señora e hijo Martín, de 14 años.

“Me ha afectado esto, solo con el teléfono, pero la distancia perjudica, porque tengo una hermana en Curicó enferma. Además vivo con miedo, yo nunca antes lo había sentido. Me da miedo ir al centro. Salgo
esporádicamente al médico por problemas de audición y ahora tendré que ir a verme las articulaciones por tanta inactividad, antes iba dos veces al día al mercado, sin hacer esos ejercicios. En lo emocional me quebro viendo lo que pasa en televisión”, confiesa.

Don Manuel debutó con 16 años en el Rojo junto a Pato Lagos. Lo dirigió Caupolicán Peña y luego los entrenadores Pedro Morales y Orlando Aravena, de quienes no tiene buenos recuerdos “porque tiraron el equipo para atrás las dos veces que pudimos subir”.

El querido “Camello” espera que esto pase “porque me ha afectado en lo emocional, pero no tanto en mi negocio”, sentencia con la ilusión de volver a abrazar a sus hermanos y estrechar la mano de sus vecinos, que a diario, compran en el almacén donde se llena de vida.

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