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Inspiración navideña

La Navidad genera un tiempo propicio para curar heridas y cerrar agravios, para descubrir horizontes abiertos a la construcción de un renovado humanismo o hacia nuevas y compartidas manifestaciones de esperanza y de fe.

En un país como Chile, donde la ciudadanía despertó y se rebeló ante la desigualdad y los abusos, el rescate de aquellos valores que podrían contribuir a conformar un escenario de reconciliación nacional resulta hoy de inestimable valor.

Si el espíritu navideño fuese asumido en plenitud en los niveles de conciencia que determinan los múltiples comportamientos individuales y sociales, muchos espacios actualmente ensombrecidos por situaciones de conflicto o malestar se iluminarían, probablemente, con expresiones de solidaridad y fraternidad social.

Y esto vale no solo para algunos de los conflictos que envuelven a la clase política y dirigente. Vale también para muchos de los problemas que ocasionan desequilibrios o enfrentamientos internos en la estructura fundamental de un país. En Chile, todos los sectores, sin excluir a ninguno, deberían participar de este espíritu de acercamiento y pluralismo. Ni el oficialismo, la oposición, ni ninguna de las parcialidades del espectro político y social, aun las que se caracterizan por su conservadurismo, intolerancia y aspereza, deberían estar ausentes en este esfuerzo.

Al derrotar en las urnas a la dictadura de Pinochet, hace 30 años, los chilenos conseguimos saldar una vieja deuda con la libertad política. Esta sociedad supo ser generosa y valiente. Nos quedó un orgullo legítimo, pero también una oportunidad, lamentablemente desaprovechada, de construir una sociedad más igualitaria y más respetuosa de los derechos humanos y civiles.

Si bien es cierto que bajo las políticas neoliberales impulsadas en el régimen militar y mantenidas en su mayoría durante las tres décadas de democracia se ha reducido la pobreza por ingresos, también es cierto que ese mismo modelo ha generado que en Chile la riqueza esté muy mal distribuida y altamente concentrada.

Esa es la gran injusticia que despertó a la sociedad. Chile es un país que ha crecido económicamente, pero ese crecimiento se ha concentrado en las manos de unos pocos. Solo el 1% de la población en Chile acumula el 26,5% de la riqueza generada en todo el país, mientras que, en contraste, el 50% de los hogares de menores ingresos concentra solo el 2,1% de la riqueza neta del país. No cabe duda, hay dos Chiles.

Pensemos más allá de su significado religioso y comercial y hagamos de esta fecha un tiempo propicio para corregir errores, curar heridas y descubrir horizontes abiertos a la construcción de un renovado futuro.

La Navidad debería motivar un primer gesto hacia ese único país, más igualitario y justo, que los chilenos nos merecemos. 

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