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Humanidad

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La propagación del covid 19 nos interpela con especial fuerza a asumir comportamientos responsables en nuestro quehacer cotidiano, máxime después que en las últimas 24 horas se reportara un récord de 54 fallecimientos y 3.695 contagiados en el país. Con esto, la cifra de víctimas fatales se ubica en 944, mientras que los casos positivos ascendieron a 90.638 desde el inicio de la pandemia.

Lamentablemente, la responsabilidad social del colectivo de la población es un elemento tan importante como ausente por estos días en que seguimos viendo aglomeraciones en las calles, gente que persiste en desplazarse a sus segundas viviendas, fiestas, masivas violaciones del toque de queda e irrespeto por normas básicas de protección, como uso de mascarillas, distanciamiento físico y lavado de manos.

No olvidemos que esa falta de conciencia ha tenido groseros ejemplos en nuestra región, como el del gimnasio donde se contagiaron decenas de personas, o la reunión en el servicio de salud, otro foco con decenas de contagios.

A no dudarlo, el autocuidado es un acto con consecuencias importantísimas, como lo es también el descuido o la minimización del riesgo. Nada peor ante esta pandemia que aquellos que se creen inmunes, o tienen la errada convicción de que mueren solo los viejos, o que mascarillas, distanciamiento físico o las cuarentenas son parte de una paranoica sobrerreacción.

Sin embargo, gracias a la información difundida por los medios de comunicación, las personas pueden adoptar acciones protectoras de su salud y de la salud de los demás, y también concientizarse respecto de las medidas dispuestas por la autoridad, contribuyendo así a que éstas sean respetadas. El rol de la prensa, en tanto, trasciende a la información y la interpretación crítica de los hechos y se sitúa también en una dimensión educadora para ayudar a la contención de la enfermedad y a pensar en el principal objetivo, que es evitar la muerte de las personas mayores y demás grupos de riesgo.

Lo real es que ni el mejor sistema de salud del mundo podría hacer frente a una amenaza como la actual -y menos el nuestro- sin la participación consciente de la ciudadanía, que más allá de las diferencias de toda índole, debe comprometerse con su bienestar.

Es indudable que el manejo de esta crisis sanitaria supone también una problemática cultural y social, donde las conductas colectivas -para bien y mal- condicionarán la capacidad de nuestro país y muy especialmente de esta ciudad, para responder ante la etapa más difícil que está por venir.

Cuidarse es cuidar al otro. La solidaridad y la puesta en marcha del sentimiento humano de sobrevivencia colectiva, la ruptura de la lógica del individualismo y del egoísmo serán claves para superar la fase crítica del invierno y la amplificada amenaza del coronavirus.

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