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Exportaciones agrícolas

Nadie duda que el futuro de la agricultura en Ñuble está ligado estrechamente al comportamiento de los mercados internacionales, dado que las perspectivas de desarrollo del sector tienen directa relación con el crecimiento que exhibe la demanda mundial por alimentos.

Sin embargo, al observar las cifras de exportaciones correspondientes al primer trimestre de este año, no se aprecia una incidencia importante de ese potencial.

De un total de 198 millones de dólares en productos exportados en los primeros tres meses de 2019, los envíos agrícolas representaron solo un 17,8%, el resto al sector forestal.

Tal desequilibrio ha existido siempre, lo relevante para el análisis es que hace una década las exportaciones de productos agrícolas llegaban con dificultad a dos dígitos y este crecimiento -de la mano de arándanos, cerezas, frambuesas, manzanas y nogales- está mostrando un camino para que en la Región se desarrolle una agricultura moderna, tal como ocurrió hace tres décadas en las regiones del Maule y de O’Higgins, donde los altos retornos de frutales y vides llevaron a transformar la agricultura tradicional por otra altamente tecnificada y orientada a la exportación.

Pero este sector enfrenta importantes desafíos, como las relaciones laborales, la vinculación con las comunidades, el uso eficiente del agua, el cuidado del medio ambiente, la superación de brechas tecnológicas entre las pymes, y la adaptación al cambio climático. De hecho, la competencia con otros países del Hemisferio Sur, como Perú, Argentina, Australia y Nueva Zelanda, entre otros, es observada con preocupación por el sector, que ve la diversificación de los mercados de destino y la introducción de nuevas variedades como tareas urgentes.

Hay también un trabajo pendiente en cuanto a abrir nuevos mercados, una labor en la que el gobierno regional y ProChile deben jugar un rol clave. Para enfrentar este cambio, sin embargo, es fundamental superar brechas importantes, como es la agregación de valor, pues si bien en Ñuble hay productores de congelados, frutas procesadas, jugos y pulpas, representan aún una proporción marginal en los retornos del sector, lo que repercute en el uso de capital humano de menor calificación.

En ese sentido, se requieren incentivos potentes para la innovación y la atracción de profesionales y técnicos. Ligado a lo anterior, es vital para la competitividad del sector incentivar la introducción de nuevas variedades, así como la investigación para el desarrollo de variedades propias.

Igualmente, es fundamental una adecuada planificación del desarrollo, de manera de evitar que la reconversión natural hacia cultivos más rentables termine convirtiéndose en una concen-tración de la propiedad de la tierra en manos de unos pocos actores externos, que podrían profundizar el negativo pro-ceso de migración hacia zonas urbanas.

En ese sentido, una línea prioritaria de la inversión pública debe ser la incorporación de tecnología y capacitación de los productores medianos y pequeños, de manera que la reconversión no sea la lápida de nuestra identidad rural.

Finalmente, la deuda más urgente que es necesario asumir de cara a la creación de la nueva unidad político-administrativa lo constituye la ampliación de la seguridad de riego, para lo cual es fundamental concretar la construcción de embalses, como La Punilla, Zapallar y Chillán, porque sin agua no habrá frutales, ni desarrollo agroindustrial en la Región de Ñuble.

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