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El gran enemigo de la libre competencia

En 1980 Michel Porter publicó “Competitive Strategy”, uno de sus libros de mayor influencia en la estrategia empresarial. El documento fue fruto de un trabajo de 5 años de investigación para enfrentar la creciente competencia que enfrentaban las empresas con el nuevo orden mundial. Bajo el prisma de las 5 fuerzas (amenaza de nuevos competidores, el poder de negociación de los proveedores, el poder de negociación de los compradores, la amenaza de productos sustitutos y la rivalidad entre los competidores), el modelo de Porter señala que, la competitividad empresarial, se logra en la capacidad de las empresas para generar renta monopólica (adquirir poder de mercado) y/o renta ricardiana (poseer activos valiosos).

La apertura comercial asumida por las economías en vías de desarrollo, dejó a vastos sectores económicos con la tarea de mejorar su nivel de competitividad para hacer frente al masivo ingreso de productos importados. La estrategia propuesta en el modelo de Porter, contribuyó que algunos sectores asociados principalmente a commodities, pudieran sobrevivir y crecer en el nuevo escenario económico. La integración vertical (encadenamiento hacia atrás y hacia adelante) fue uno de los mecanismos utilizados.

La industria forestal en Chile es un ejemplo que muestra los resultados en la aplicación de dicha estrategia. El sector se concentró en dos grandes empresas. Las empresas se integraron verticalmente, apropiándose de prácticamente la totalidad de la cadena de valor (con excepción de la cosecha del patrimonio biológico). En contrapartida, la gran mayoría de las empresas de la industria quedaron condenadas a un enanismo crónico. La imposibilidad de replicar las condiciones en el mercado exportador, que imponen los grandes de la industria; la insuficiente escala de producción y baja confiabilidad en el abastecimiento de materia prima, han originado un lento, pero gradual deterioro de la actividad del sector y del mercado laboral asociado.

Los efectos de la integración vertical, como el caso de la actividad forestal, ha sido una barrera insalvable para que operen adecuadamente las leyes del mercado. En las comunidades involucradas, se ha generado un alto costo social y un bajo nivel de desarrollo territorial. Si bien la estrategia ha funcionado desde el punto de vista de la competitividad de la industria frente al mercado global, las barreras de entrada de nuevos oferentes, han afectado fatalmente principios básicos de la libre competencia, originando una brutal concentración en la propiedad de la capacidad instalada para producir celulosa y madera procesada.

En junio de 2014, la Fiscalía Nacional Económica publicó el documento “Guía para el análisis de restricciones verticales”, donde reconoce el riesgo que subyace sobre la integración vertical. Confiemos en que, en algún momento, dicho informe y la creciente presión social que ejercen las comunidades afectadas por la apropiación de la cadena de valor de la industria, sirvan para que el regulador deje de hacer vista gorda a una realidad que ha desacreditado innecesariamente a la economía de mercado. En este sentido, la competencia entre los actores, es la única fórmula conocida para hacer efectivo el traspaso de la frontera del desarrollo económico, la equidad territorial y, junto con ello, lograr un mayor beneficio social para las comunidades involucradas.

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